jueves, 7 de noviembre de 2019

A las urnas (otra vez) y una postdata que no viene a cuento (pero por si acaso)

Este domingo 10 de noviembre habrá que ir a votar... otra vez. 
Lo que hasta hace poco se conocía como la «fiesta de la democracia», ha pasado a ser un guateque que solo importa a quienes lo convocan. Aunque nos siguen llamando ciudadanos de pleno derecho no dejamos de ser meros usuarios electorales. Han conseguido crear una rutina. Amena para ellos, aburrida para nosotros.
Llegamos a nuestro colegio electoral, cogemos las papeletas si no las traemos ya de casa, nos encaminamos hacia nuestra mesa y depositamos el voto tan ricamente, henchidos de gozo y satisfacción por ejercer en paz y armonía (posiblemente en estas elecciones, particularmente, Cataluña con menos paz y armonía de la que se debería) nuestro legítimo derecho al voto.
Hay que ir a votar, eso lo tengo claro. Es un derecho que todos debemos ejercer aunque se piense que se están riendo de nosotros. Lo que no tengo claro es la razón de porqué debo hacerlo... tan a menudo y en tan corto espacio de tiempo. 
En las dos o tres anteriores elecciones había posibilidad de haber formado gobierno. Claro, eso si la clase política de este país supiese dialogar y llegar a acuerdos aunque fuesen mínimos. Pero no. Eso no estaba, ni está, en sus agendas políticas. Nuestros gobernantes patrios solo saben hacerlo si el viento sopla a favor. Basta una ligera brisa que les de en la cara para dar al traste con sus proyectos. 
Gobernar con todo a favor es fácil. Hasta el más tonto puede hacerlo. Ejemplos de esto en la historia los hay de sobra. Con mayoría absoluta, con la opinión pública a favor, con una oposición dócil... así está chupado. Para eso no hace falta ser un gran estratega, aunque también es cierto que hay políticos que con todo a favor la siguen cagando. Cuando se es inepto e incompetente puedes acabar arruinando todo en lo que te involucres. Como la antítesis del rey Midas.
Lo difícil es hacerlo cuando no todo está a favor y lo realmente de nota es hacerlo cuando todo está en contra. Ahí es cuando se ve de qué pasta están hechos los gobernantes y demás políticos pretendientes al cargo.
En España nuestros políticos son de mantequilla y algunos de mantequilla rancia como los de Vox. Se echa en falta algo más de consistencia en sus deposiciones. Y son bastante cobardicas y muy acusicas (incluidos los de Vox, pese a que vayan de machirulos sin pelos en la lengua).
Resumiendo: ante tanta llamada a elecciones generales, por el simple hecho de no saber ponerse de acuerdo, es decir: por no hacer su puto trabajo, trabajo para el que se han presentado voluntariamente,  por el que les hemos votado (ya unas cuantas veces) y por el que cobran (muy generosamente, por cierto), estamos invirtiendo más tiempo en tirar los dados que en mover las fichas sobre el tablero. Están esperando que salgan los dados como ellos quieren y como eso no está ocurriendo piden tirar de nuevo. Y nosotros como estúpidos se lo permitimos.
Echo en falta una cosa. Alguien que pida un referéndum. Un referéndum para ver si el pueblo está de acuerdo o no en celebrar otras elecciones generales.
Desde 1977 solo se han hecho tres. Y en cambio desde el 2015 se han celebrado cuatro elecciones generales, de las cuales dos han sido en este mismo año 2019 y por el motivo de no saber llegar a acuerdos de gobierno. Que, repito, si hay que ir a votar se vota y allí estoy civicamente con mi voto preparado. Pero ya vale de tanta tontería ¿no?

Y ahora la postdata. He decidido no incluir fotos de ningún tipo, ni enlaces de noticias ni nada más que el texto. Así nadie tendrá que decir que me apropio de algo que no es mío (aunque se lo reconozca y sea prestado). El que quiera fotos que vaya a instagram o se haga selfies. Y el que quiera enlaces que se los busque.
Siento tener que usar el alfabeto para escribir y así poder ser leído y también pido disculpas de antemano a su creador o creadores, sean estos quienes sean y estén ahora donde estén.
Dicho lo cuál, voten.


miércoles, 24 de octubre de 2018

Agua del grifo y otras historias.


Cuando era un crío recuerdo que en el parque en el que jugábamos la chavalería del barrio, había una fuente a la que íbamos a refrescarnos además de saciar la sed de camello que los juegos y carreras nos provocaban. También hacíamos el tonto mojándonos con las consiguientes broncas de algunos vecinos que nos increpaban por jugar con el agua de la fuente. Si queríamos malgastar agua lo suyo era ir al pilón y empaparnos allí. Pero la fuente era para beber. igualmente, a veces, cuando la sed apremiaba y había enormes colas en la fuente, algunos nos aventurábamos hasta uno de los bares de la esquina, el bar kyoto era uno de los preferidos y al que nuestros padres solían ir de vez en cuando, y siempre con el «por favor» por delante pedíamos unos vasos de agua a alguno de los camareros que, tras servir a los clientes que en ese momento podía haber en el establecimiento, mirándonos como se miran a las cucarachas antes de ser pisadas y a desgana, llenaba algunos vasos con agua del grifo y nos los ponía con un golpe seco sobre la altísimas barras a las que teníamos que llegar de puntillas. Eran otros tiempos. Eran tiempos en que incluso había baños públicos en la mayoría de los parques. No había necesidad de ir a un bar a tomar una consumición para poder aliviarse.
Me encantan esos establecimientos, pocos aún por cierto, en el que nada más sentarte a la mesa te ponen una jarra de agua del grifo y unos vasos, tantos como comensales se sienten a comer o a cenar. El agua del grifo es como las olivas con la cervecita. Si te las ponen se agradece, si no te las ponen te deja una sensación incómoda y acabas preguntándote, tras pagar casi tres euros por un tercio de cerveza, si deberías dejar o no alguna monedilla como propina para paliar en la medida de lo posible la tremenda carestía que parece reinar en el sector hostelero. No pensemos que al no poner tapa sean unos rácanos, pensemos que las pasan putas para llegar a fin de mes. No me quejo de los precios que empiezan a reinar por cuatro chuminadas que uno pida en los bares, a nadie obligan a entrar en ellos. No me quejo de que la nueva y guapa camarera que hay tras la barra, cada vez que me ve entrar, se aleje tanto de mí que parezca que la voy a contagiar algo solo con saludarla. Entiendo que no quiera pillar una baja por enfermedad y que prefiera atender al famoso y joven actor que se ha venido a vivir al barrio apareciendo por allí cuando su ajetreada vida social se lo permite. Tampoco me quejo de que me pregunten cada dos por tres que si la clarita la quiero con limón o gaseosa… es una batalla que ya he dado por perdida hace tiempo. Pero si pido una jarra de agua del grifo cuando me siento a comer o cenar ¿qué problema hay si el bar dispone de agua corriente y, espero, potable? Cuando uno, al desayunar, pide un café y un vaso de agua, no le dan una botellita de agua embotellada ¿o ahora empezarán a darlas? Puedo entender que moleste que alguien entre solo y exclusivamente a pedir un vaso de agua del grifo y tras consumirlo se de media vuelta y vuelva a salir tan deprisa como entró. Un vaso de agua no se niega a nadie, pero a estas personas se les puede decir que acudan a su junta de distrito y pidan que el ayuntamiento ponga más fuentes públicas en las calles al servicio del ciudadano y de paso que también soliciten urinarios públicos porque uno está harto de entrar en los bares a orinar. Actualmente orinar en un bar, porque algunos así lo hacemos, sale a un mínimo de 1,20 € que es lo que, por lo bajo, cuesta un café. Aunque tengo entendido que en el bar del congreso sale más barato. En fin, si yo me aburría y me he puesto a escribir dos folios sobre esto, ¿qué no podrán escribir los representantes del gremio de hostelería, las organizaciones de consumidores y los distintos grupos políticos al respecto? Por lo demás cielos parcialmente nublados en Madrid.

domingo, 13 de noviembre de 2016

El triunfo del macho alfa.

A nadie nos debería sorprender que personajes como Donald Trump, no sólo sean dueños de grandes fortunas sino que además, puedan lograr la presidencia de uno de los países más poderosos del planeta. Es como si nos viésemos reflejados en él. No encuentro otra explicación.
La frase de la foto define su esencia como hombre y como persona, pero en especial resume lo que somos todos para él, y para los que piensan como él: simples objetos. Si además eres mujer, entonces, el objeto (tú) pasas a ser follable, independientemente del resto de cualidades que, como persona, puedas tener.
El mundo se está rodeando de líderes, votados por nuestras inocentes manos en la mayoría de los casos, a los que ni siquiera les daríamos el beneficio de la duda en cualquier ámbito de nuestra esfera personal. Y no sé porqué pensamiento, falto de lógica y raciocinio dicho sea de paso, les dejamos que gobiernen nuestras vidas. Votar a un señor, o señora, que va a dirigir los destinos de millones de personas lo hacemos como si pensásemos que en lugar de un país lo que va a presidir es una comunidad de vecinos. 
Posiblemente, el triunfo de estos machos alfa, sea debido a que los políticos no están haciendo su trabajo. Y dentro de esta nueva hornada de hombres hechos así mismos que invade los países occidentales especialmente, comprobar que absolutamente todos son: homófobos, machistas, xenófobos, incluso algunos fascistas, no me tranquiliza nada.
Vivimos tiempos difíciles, pese a nadar en la abundancia y parecer todos más felices que unas castañuelas. No somos conscientes de haber dejado al volante del autobús que nos tiene que llevar a la próxima parada, a un psicópata daltónico que se va a saltar todos los semáforos en rojo y que posiblemente se pase de parada. Vamos, que nos llevará donde él quiera no dónde nosotros queremos bajar. Y hay paradas que nos pillan muy lejos de casa.
A este hombre le han votado para cuatro años, con posibilidad de reelección por otros cuatro. Son muchos años para soportar a un neandertal con priapismo crónico y un apetito sexual desmedido, Mala combinación cuando de lo que se trata es de mejorar nuestras vidas, no de cumplir sus deseos sexuales.
Si medimos la evolución de la humanidad basada en los líderes que elegimos, podemos llegar a la conclusión, sin ningún temor a equivocarnos, que pese a haber pisado la luna, en el planeta tierra aún seguimos chocando dos piedras para hacer fuego. El líder de la manada, el más bruto entre los brutos, nos guía por la sabana bajo un sol de justicia en busca de un espejismo que entre todos hemos hecho nuestro. Al último que sugirió ir por la sombra, le dejaron atrás enterrado hasta el cuello y con la cabeza embadurnada de melaza para que se le comiesen las hormigas. El macho alfa no se anda con bromas cuando de proteger a los suyos se trata.


domingo, 27 de diciembre de 2015

No es quien quiere, es quien puede.

Da gusto ver como, a veces, muy esporádica y sorpresivamente, los votantes deciden hacer alarde de una sutil inteligencia política, dejando a más de uno (político, periodista, sociólogo y barometrista especializado) con una extraña sensación de desasosiego sin saber exactamente que ha ocurrido ante sus mismas narices mientras estaba agachado atándose los zapatos. 
El caso de las últimas elecciones generales del 20 D es un ejemplo claro. Todos parecen haber ganado, cosa que a nadie extraña por otra parte, pero todos a su vez no han ganado lo que realmente ansiaban/querían/deseaban/ambicionaban/anhelaban/pretendían/aspiraban.
Los votantes han acabado haciendo la cobra al beso con lengua que los partidos les proponían. Se han dejado magrear un poco por encima de la ropa nada más. Los votantes parecen estar (lo digo así en tercera persona para tomar perspectiva del asunto) en una relación abierta, pese a tener candidatos favoritos. Quieren experimentar otras formas de convivencia que hasta ahora les han estado vetadas. Y eso, por mucho que les pese a los mojigatos de turno, es bueno. Ya está bien de bailar agarrado, los votantes no son propiedad de nadie. La esclavitud fue abolida hace años y los electores no quieren seguir por más tiempo amarrados  con la pata quebrada y en casa. No, al menos, para esta legislatura.
Dicho lo cuál, el parlamento queda repartido de una manera un tanto anómala a como estábamos acostumbrados.  Cosa que tampoco se puede decir que sea malo, ni a priori, ni a posteriori. Al contrario, eso demostrará a los ciudadanos el pie que calzan los partidos con representación parlamentaria, y el savoir faire, de sus integrantes.
Lo ocurrido el 20 D, puede ser bueno (o malo) para la derecha, y bueno (o malo) para la izquierda. Ahora, la decisión, tácticas y estrategias  a seguir por cada partido dependen exclusivamente de ellos y de nadie más. La ciudadanía ha votado y eso es lo que se les pedía (vuelvo a expresarlo en tercera persona por aquello de la perspectiva). En este momento, el trabajo parlamentario, y por primera vez en la historia de la democracia española es posible que sea acertado llamarlo «trabajo» (las semejanzas interesadas con la llamada Transición, son meramente especulativas y erróneas), es la única opción posible para que la decisión expresada mediante las urnas por los votantes, sea respetada y no se convierta en una tomadura de pelo como la que viene siendo habitual cada vez que se convocan elecciones.

Ejemplo práctico para no iniciados:

En Kiloslandia reina el que mas kilos pese. Se presentan al trono: Jaimito que pesa 90 kilos. Juanito con un peso de 70 kilos. Jorgito con 65 kilos, y Julito pesando 75 kilos.
Visto así el que más pesa es Jaimito con sus 90 kilos, eso es evidente, pero lo cierto es que la mayoría del peso está repartida entre Juanito, Jorgito y Julito que juntos han conseguido pesar 210 kilos, y lo mejor de todo, están de acuerdo en juntarse y reinar. Y como Kiloslandia se rige por el parlamentarismo...





miércoles, 26 de agosto de 2015

3.573

Hay personas a las que les molesta que alguien distinto y diferente a ellas pasee por su misma acera, esté antes que ellas en la cola de la panadería, o tengan que pedirles la vez en la charcutería. Que usen los servicios sanitarios y educativos, eso ya además de molestarles les enerva. Hay estúpidos que hacen estupideces dignas de podio.
3.573 personas, e incido en el hecho que son personas, han muerto en el mar Mediterráneo en el último año hasta hoy.
Esas personas no han muerto ahogadas, intentando nadar hasta la boya, esa que siempre se ve cerca de la playa donde plantamos la sombrilla y extendemos la toalla, o tras un corte de digestión, por no esperar las dos horas reglamentarias después de comer que nos recomiendan los expertos. Esas personas, reitero e insisto en el hecho que son personas, han muerto intentando llegar a un lugar en el cuál poder sobrevivir, ellos y sus familias, pues en sus países de origen les es imposible. 
Me asombra y asusta, a partes iguales, vivir en un mundo tan civilizado, en que se da más importancia al bienestar de las mascotas que a algunos miembros de nuestra misma especie. Dicen los creyentes, y los no tan creyentes, que todos somos criaturas de dios. No lo voy a discutir. Al menos ahora no. Los animales han de tener derechos y estar protegidos para que puedan vivir con un mínimo de dignidad y decencia. Esto pocas personas lo ponen hoy en duda. Por eso abogo a ese mismo derecho para las personas, para todas, procedan de donde procedan, sin distinción de raza, sexo, edad, creencia, o condición. Al fin y al cabo, las personas somos animales. Algo más evolucionados que un celacanto, pero animales sin lugar a dudas. Y de ser animales, tenemos sobradas muestras en nuestro particular proceso evolutivo. Gandhi, dijo una vez que una civilización se puede juzgar por como trata a sus animales. Pienso que su intención al decirlo incluía a las personas en ese concepto animal.
Pocos países pueden decir que no tienen problemas de inmigración. Las fronteras se crearon para que no entrasen extranjeros e influencias externas. Para salvaguardar y delimitar lo propio de lo ajeno. Es raro que algún país no tenga frontera física. Todos la tienen. Pero aún así siempre ha existido flujo de gentes y mercancías entre los pueblos, ya sea saltándose esas fronteras o dejándolas abiertas por iniciativa propia. Gracias a traspasar fronteras la civilización ha progresado.
Dicen que los gastos para mantener a los refugiados e inmigrantes que llegan hasta nuestras casas, es enorme y no nos lo podemos permitir. No sé. No soy contable y desconozco el estado real de las cuentas de los gobiernos que nos gobiernan. Sé que dar refugio y comida produce gastos, pero también sé que, de siempre, esos gastos de alguna u otra forma acaban siendo devueltos con creces y acaban convertidos en beneficios en un medio o largo plazo. Son inversiones en futuro. Algo que, pese a su inconsistente nombre, siempre termina en logros comunes del que todos salimos beneficiados.
De lo único que estoy seguro, es que los inmigrantes son personas. Como usted y yo. Ni más, ni menos que personas. Iguales. Aquí no existen primus inter pares que valgan.
Recuerden, 3.573 personas muertas intentando llegar a un lugar donde poder sobrevivir. Hombres, mujeres y niños. Personas. No es un bonito número que saldrá premiado en el próximo sorteo de la lotería de Navidad. Aunque estoy seguro que ya habrá gente que lo ande buscando por si toca. Ya se sabe... personas.