Este domingo 10 de noviembre habrá que ir a votar... otra vez.
Lo que hasta hace poco se conocía como la «fiesta de la democracia», ha pasado a ser un guateque que solo importa a quienes lo convocan. Aunque nos siguen llamando ciudadanos de pleno derecho no dejamos de ser meros usuarios electorales. Han conseguido crear una rutina. Amena para ellos, aburrida para nosotros.
Llegamos a nuestro colegio electoral, cogemos las papeletas si no las traemos ya de casa, nos encaminamos hacia nuestra mesa y depositamos el voto tan ricamente, henchidos de gozo y satisfacción por ejercer en paz y armonía (posiblemente en estas elecciones, particularmente, Cataluña con menos paz y armonía de la que se debería) nuestro legítimo derecho al voto.
Hay que ir a votar, eso lo tengo claro. Es un derecho que todos debemos ejercer aunque se piense que se están riendo de nosotros. Lo que no tengo claro es la razón de porqué debo hacerlo... tan a menudo y en tan corto espacio de tiempo.
En las dos o tres anteriores elecciones había posibilidad de haber formado gobierno. Claro, eso si la clase política de este país supiese dialogar y llegar a acuerdos aunque fuesen mínimos. Pero no. Eso no estaba, ni está, en sus agendas políticas. Nuestros gobernantes patrios solo saben hacerlo si el viento sopla a favor. Basta una ligera brisa que les de en la cara para dar al traste con sus proyectos.
Gobernar con todo a favor es fácil. Hasta el más tonto puede hacerlo. Ejemplos de esto en la historia los hay de sobra. Con mayoría absoluta, con la opinión pública a favor, con una oposición dócil... así está chupado. Para eso no hace falta ser un gran estratega, aunque también es cierto que hay políticos que con todo a favor la siguen cagando. Cuando se es inepto e incompetente puedes acabar arruinando todo en lo que te involucres. Como la antítesis del rey Midas.
Lo difícil es hacerlo cuando no todo está a favor y lo realmente de nota es hacerlo cuando todo está en contra. Ahí es cuando se ve de qué pasta están hechos los gobernantes y demás políticos pretendientes al cargo.
En España nuestros políticos son de mantequilla y algunos de mantequilla rancia como los de Vox. Se echa en falta algo más de consistencia en sus deposiciones. Y son bastante cobardicas y muy acusicas (incluidos los de Vox, pese a que vayan de machirulos sin pelos en la lengua).
Resumiendo: ante tanta llamada a elecciones generales, por el simple hecho de no saber ponerse de acuerdo, es decir: por no hacer su puto trabajo, trabajo para el que se han presentado voluntariamente, por el que les hemos votado (ya unas cuantas veces) y por el que cobran (muy generosamente, por cierto), estamos invirtiendo más tiempo en tirar los dados que en mover las fichas sobre el tablero. Están esperando que salgan los dados como ellos quieren y como eso no está ocurriendo piden tirar de nuevo. Y nosotros como estúpidos se lo permitimos.
Echo en falta una cosa. Alguien que pida un referéndum. Un referéndum para ver si el pueblo está de acuerdo o no en celebrar otras elecciones generales.
Desde 1977 solo se han hecho tres. Y en cambio desde el 2015 se han celebrado cuatro elecciones generales, de las cuales dos han sido en este mismo año 2019 y por el motivo de no saber llegar a acuerdos de gobierno. Que, repito, si hay que ir a votar se vota y allí estoy civicamente con mi voto preparado. Pero ya vale de tanta tontería ¿no?
Y ahora la postdata. He decidido no incluir fotos de ningún tipo, ni enlaces de noticias ni nada más que el texto. Así nadie tendrá que decir que me apropio de algo que no es mío (aunque se lo reconozca y sea prestado). El que quiera fotos que vaya a instagram o se haga selfies. Y el que quiera enlaces que se los busque.
Siento tener que usar el alfabeto para escribir y así poder ser leído y también pido disculpas de antemano a su creador o creadores, sean estos quienes sean y estén ahora donde estén.
Dicho lo cuál, voten.