sábado, 7 de enero de 2012

El bonito del norte y el atún...de Japón.

La lonja de pescados de Tokio ha vendido en su tradicional subasta, un atún rojo de 269 kilos, el primero del año, por la suma de 56,49 millones de yenes, al cambio en euros unos 569.000 €.
El comprador ha sido el dueño de una cadena de restaurantes de sushi. Según dice el señor Kimura, el susodicho dueño de la cadena de restaurantes, "está satisfecho por la compra y espera que esto sirva para animar a Japón tras el desastre del tsunami y posterior accidente nuclear de Fukushima". Independientemente del concepto asiático de satisfacción y animación, que puede ser distinto a nuestro concepto occidental de satisfacción y animación, no veo por ningún lado el motivo que pueda tener este señor para estar satisfecho y animado por gastarse 569.000 € (más de cien millones de las antiguas pesetas) en un pez muerto, por mucho que le sobre el dinero. Definitivamente las personas (parece ser que las que van sobradas de dinero en mayor medida) han perdido el sentido de la realidad, sean estas del continente asiático, del Congo Belga o de la región de Murcia.
Analizando fríamente con mente empresarial esta compra y aún siendo un profano en materia de sushi, atunes y hostelería en general, este dinero desembolsado no creo que lo amortice en el escaso tiempo que dure el atún comestible antes de ponerse malo y tener que tirarlo. Aunque aprovechen hasta la última espina del atún en los numerosos restaurantes de su propiedad, 569.000 € son muchos euros y la gente no creo que sea tan estúpida como para pagar una burrada por saber que come un maki-sushi del primer atún rojo cazado en el año. ¿A cuánto cada nagiri-sushi o cada temaki?, me da friolera de pensarlo... aunque quién sabe, siempre habrá alguien que prefiera gastarse así el dinero (un dinero que realmente no vale lo que se va a comer).
El dinero (y esto es una simple apreciación mía, la simple apreciación de alguien que no tiene dónde caerse muerto) compra muchas cosas, casi todas, pero si hay algo que viene pegado irremediablemente a él, casi tanto como su olor (un olor que a veces se asemeja más al tufillo de un pescado pocho que tira de espaldas), algo que no compra sino que va incluido en el hecho de tener dinero, esa cosa es la gilipollez. Al tener dinero, automáticamente se recibe un carnet en el que pone GILIPOLLAS en bonitas  y caras letras de imprenta doradas junto a su foto, edad, dirección y fecha de nacimiento.
Bajo mi óptica de novel degustador aficionado al pescado crudo, creo que el segundo atún rojo cazado en el año sabrá igual (y hasta es posible que mejor) que el primero (y por "tradición" más caro). Eso de dar tanta importancia al primero en todo nos va a llevar algún día a un callejón sin salida y sin vuelta atrás. El primero en desvirgar a una mujer ( o a un hombre dependiendo gustos), el primero en llegar a la meta, el primero en la clase, el primero de la fila, el primero, el primero, el primero, el primero...
¿Si no eres el primero, te pierdes algo?. Supongo que el que siempre sea el primero dirá que el que no lo es jamás lo sabrá...Eso tampoco me quita el sueño, la verdad, aunque habrá gente a la que sí se lo quite y para esas cosas les recomiendo una tisana pues ayuda a conciliar el sueño.
Damos demasiada importancia a la posición de llegada. Lo único que hay que garantizar es que todos salgan a la vez y logren llegar a la meta con las mismas oportunidades. Que luego unos lleguen antes y otros después es indiferente. Está claro que siempre tendrá que haber alguien que llegue primero, igual que para todo tiene que haber una primera vez, pero sin darle mayor importancia que la que tiene. Estamos más preocupados de conseguir el primer atún del año (y en consecuencia pagar un precio desorbitado por ello) que de sentarnos a disfrutar en buena compañía del sabor del atún, sea este el primero, el segundo o el vigésimo octavo del año. Y si no hay atún pues se come trucha, pescado este de agua dulce, sano y sabroso, que desde su producción en piscifactorías no tiene problemas de desaparición por sobreexplotación pesquera.

jueves, 5 de enero de 2012

Carta a los Reyes...de España (y demás descendientes y posibles descendientes, incluidos los bastardos)

Prolíficas e Impuestas Majestades:
Han pasado más de tres décadas desde su llegada a este país y los cambios tanto sociales como, me aventuraría a decir, mentales han sido notables entre nosotros los ciudadanos. Se que igual por lo ajustado de escribir esta carta hoy, es día 5 de Enero, no llegue a tiempo (en eso, este país no ha cambiado tanto, las cartas llegan cuando pueden y los trenes llegan cuando quieren o ¿son las cartas cuando quieren y los trenes cuando pueden?, de cualquier forma llegan a destiempo casi siempre) y si llega, doy por sentado que Sus Majestades no perderán su tiempo en leerla, pero yo como no tengo otra cosa que hacer ahora mismo, la escribo y se la mando pese a todo.
Majestades, este año (no solo este, pero especialemente este) me he portado bien. No solo bien, ¡excelentemente bien!. Puede que esté mal el que sea yo quien lo diga, pero es mi carta personal y comprenderán que no voy a decir a nadie que exponga aquí su parecer al respecto, así que tendrán que fiarse de mi palabra.
Bien, el caso es que, como ya he dicho, me he portado bien, por tanto creo estar en mi derecho para pedirles unos cuantos regalos como mandan los cánones en la relación Reyes-Regalos con niño de por medio...pero no lo voy a hacer. Este año no les voy a pedir nada... nada, excepto que reflexionen sobre su propia existencia.
¿Qué les hace creer que son realmente necesarios, no solo para España, sino para los españoles?. En caso de que se vean como alguien imprescindible para los intereses del país (y no para los intereses particulares propios), ¿esa función no la podrían realizar desde otra posición que no fuese el trono real?. Estoy seguro que si fuese así sus aptitudes serían bien recibidas en cualquier oficina de la administración pública, tras presentarse a la correspondiente oposición y aprobarla después.
Tengo la ligera impresión de que pretenden hacer creer (ustedes y los que les apuntalan en el trono) que sus figuras son imprescindibles y las únicas garantes para mantener la unidad de la patria. Como si esa patria no se pudiese desmembrar por otras razones estando ustedes sentados en el trono o por estar a la luna de Valencia que para el caso es casi lo mismo. Pero en fín, igual piensan (ustedes y los que les apuntalan en el trono) que algunos nacen para ser rey y otros para servir a los reyes y no hay más que resignarse ante esta decisión celestial como les gustaba a muchos de sus antecesores reales recordar y hacer hincapié a sus súbditos.
Como no quiero alargarme en exceso y convertir esta carta en un listado de agravios comparativos entre ustedes y el resto de los ciudadanos y como creo que mi petición es sencilla, directa y honesta, me despido sin más y espero que esta sea mi última carta a Sus Majestades los Reyes...de España. Si tengo que escribir otra espero escribirla al ciudadano don o a la ciudadana doña, sin más cargos nobiliarios de por medio, que eso siempre acaba enturbiando las relaciones entre iguales.
Cívica y ciudadanamente reciban un saludo en la distancia. Y reflexionen, altezas, reflexionen.
Salud y República (mejor hoy que mañana).



martes, 3 de enero de 2012

El zumbido de la mosca (versión poética)

Cuenta la leyenda,
que como todas las leyendas
sabemos que son inventadas,
que la mosca al ser creada por Dios,
se miró,
miró a su alrededor,
se volvió a mirar
y luego miró a Dios...
pero Dios apartó su mirada.
-Padre.
 Creaste al hombre
 a tu imagen y semejanza.
 ¿Porqué él y no yo?.
Preguntó la mosca a Dios.
Pero Dios callaba y no la miraba.
-Padre.
 Veo la majestuosidad del águila cuando vuela.
 Veo la fortaleza del león cuando camina pisando firme la tierra.
 Veo al pez nadar por el río y por el mar.
 Veo hasta la sinuosidad de la serpiente arrastrándose por el suelo...
 y en todos ellos te reconozco,
 en todos ellos te siento y te veo.
 ¿Tú te ves en mí al mirarme?.
 ¿A quién ves al verme?.
 ¿Qué ves al verme?.
 ¿Por qué no me miras?
Preguntó de nuevo la mosca a Dios.
Pero Dios callaba y no la miraba.
Entonces la mosca lloró
y de sus miles de ojos
dos lágrimas brotaron,
solo dos lágrimas tan grandes como su cuerpo.
Y como no pudo llorar más,
las dos lágrimas se partieron.
Entonces Dios por primera vez la miró.
Sonrió y aplastó las lágrimas con su dedo.
Lás lágrimas aplastadas por Dios
se convirtieron en finísimas láminas de cristal
y la mosca agradecida voló...
La mosca,
seca y árida ya de lágrimas para la eternidad,
nunca más pudo conseguir que Dios la volviese a mirar
y mucho menos que la volviera a tocar.
La mosca,
seca y vacia de lágrimas y llena de pena y de rabia
aleja su zumbido lo más que puede al sentir su presencia,
mientras intenta recordar entre montañas de inmundicia y estiércol,
que pudo haber hecho para que Dios jamás la diese una oportunidad
pese a permitirla volar.

 




lunes, 2 de enero de 2012

El zumbido de la mosca

Musca domestica es su nombre científico. La mosca doméstica o mosca común es un insecto asombroso ahí donde lo vemos. Se adapta a casi la totalidad de los climas de la tierra, suelen juntarse con otras moscas (a parte de para procrear) pese a ser un insecto escasamente sociable, en apenas 24 horas sus larvas empiezan a devorar restos orgánicos, conviven con el hombre (incordiándole sobre todo), y aunque no viven más allá de unos 15 días en su hábitat natural puede liarla parda si la da por portar y transmitir algunas de las enfermedades infecciosas con las que suele obsequiar al ser humano en su convivencia, como puede ser el cólera, fiebres tifoideas, disentería, tuberculosis, etc. Como plaga puede llegar a ser peor que una plaga de cucarachas...y además vuelan.
Creo que pocas personas pueden decir que no han matado a una mosca o pisado una cucaracha. Incluyo a personas amantes de los animales, ecologistas, religiosos y creyentes en el amor al prójimo sea de la especie que sea, antitaurinos, etc,...gente que podríamos decir y que es considerada como buena gente. Algunos utilizando métodos sofisticados como insecticidas en spray, atrapamoscas adhesivos colgados del techo (estos son como unos atrapasueños indios pero sin adornos), el simple pero eficaz a la vez que ejercitante mata-moscas... Y otros en cambio utilizando métodos menos sofisticados como sus propias manos. Cazar una mosca al vuelo y tras abrir un poco la mano, lo justo para poder vislumbrar nuestra cotizada pieza cazada y que no escape, nos provoca una alegría hasta insultante nos atreveríamos a decir, especialmente si vemos que algunos de nuestros acompañantes a la cacería de moscas (cazar moscas nunca se hace en solitario, siempre se cazan en compañía o presencia al menos de una persona más) no han cogido más que aire en su mano. En la modalidad de caza libre de mosca (una especie de jara y sedal con las manos) el cazador se encuentra ante una disyuntiva del que dependerá el futuro de la mosca. O dejarla ir o matarla. Dejarla ir no garantizará que más tarde (recordemos que la vida de una mosca es breve) no vuelva a incordiarnos con su presencia. Recordemos también que a la mosca no se la domestica (que se sepa nadie lo ha conseguido aún) por lo que su visita incordiante e irritante es casi segura y su mantenimiento en cautividad (si excluimos los laboratorios que las investigan) debido a su breve vida es inviable, así que por mucho empeño que pongamos en querer y sentir simpatía por una mosca, los indicios nos señalan que es una pérdida de tiempo. Hay cosas que por mucho que pretendamos, no pueden ser.
Entonces la opción más comunmente elegida es la de matarla. Cuando en el lenguaje humano aparece el verbo matar, es cuando nos podemos dar cuenta de lo que a evolucionado el ser humano como especie. En cuanto a moscas se refiere, su muerte por parte de un humano no suele ser  rápida e indolora por regla general. Es algo que la psicología mundial debería estudiar. La muerte que normalmente se la da a una mosca es de todo menos cristiana. Una mosca se puede dar por afortunada si simplemente es aplastada cuál cucaracha. Como he dicho antes, existen métodos sofisticados tal que el spray, una endlösung der liegenfrage al más puro estilo nazi, tal que la tira adhesiva mata-moscas, una especie de aparato de tortura medieval en el que la mosca queda pegada mientras el adhesivo corroe su cuerpo expuesto a la vista de sus congéneres para que sirva como aviso a navegantes, hasta que llega la hora de dejar este mundo...y luego está el método menos sofisticado pero el que más alegrías produce al cazador: el método manual. Y como el ser humano otra cosa no será, pero ingenioso a la hora de inventarse distintas clases de muerte, lo es y mucho, pues no se puede quedar en el simple aplastamiento, que la imaginación la tenemos para algo más que inventar curas contra el cáncer. La forma más común de muerte en las moscas, inventada por el hombre, es aquella en la que una araña se encarga de paralizar y disecar primero y zamparse después al insecto alado. Entonces, no es el hombre el que mata a la mosca, ¿no?, podrán argumentar algunos abogados de lo indefendible. Hasta ahí llega la retorcida máquina de matar que es a veces el cerebro humano. Lograr que otros hagan por él, lo que a él en un momento determinado no le apetece hacer, pero solo por el placer de no hacerlo y poder presenciarlo como un simple espectador. La sublime mente criminal puesta al servicio del asesinato perfecto, que diría el maestro del suspense Alfred Hitchcock. Lo malo es que antes de ese final, la mosca ha sido desposeída (eufemismo para disfrazar el desmembramiento) de sus alas para evitar su posible huida y arrojada a la tela de araña en una especie de ofrecimiento ritual cuyo significado se me escapa.
Tal vez esa saña que demostramos con las moscas sea debido a : primero, a que son insectos minúsculos que no pican ni muerden pese al potencial peligro que pueden tener en caso de estar infectadas y segundo, a que son solo eso... moscas, es decir, sabiendo hoy que hay un tipo de mosca, la mosca de la fruta, cuyo 20% de genes se parece al 68% de los genes humanos, no me extraña nada que el zumbido de la mosca, no solo nos irrite, sino que hasta nos resulte familiar sin saberlo.