Algunas cosas son innegables, indiscutibles. El simple intento de explicarlas, logra que su incontestabilidad sea más rotunda, si cabe. Por mucho que nos empeñemos, no se pueden negar, muy a nuestro pesar.
Ser español, por ejemplo, es algo incuestionable, sobre todo para todo aquel que haya nacido en España. España es una península y tiene perfectamente delimitadas sus fronteras, al menos con el exterior. Otra cosa, que en su interior, haya algunas fricciones entre los distintos territorios que componen esta España oficial. Queda claro que si alguien nace dentro de esas fronteras, reconocidas por los distintos organismos internacionales y jurídicos existentes, el nacido en cuestión, es considerado español de pleno derecho. Aunque dentro de las fronteras de España haya un par de excepciones, como puedan ser el Principado de Andorra y Gibraltar, el resto a todos los efectos es España, sin excepción. Incluso los nacidos en Cataluña y Euskadi tienen pasaporte español. Todo esto no se puede negar, es evidente.
Otro ejemplo de cosa innegable es ser católico. Si eres bautizado en esa fe, te conviertes en católico sin lugar a dudas. Que ese bautismo sea realizado en circunstancias en las que el nuevo miembro, no es que no tenga la edad suficiente para sopesar los pros y contras, con raciocinio, de dicho bautismo, sino que su edad apenas le permite lloriquear para decir que tiene hambre o se ha ensuciado los pañales, o que su capacidad creativa tan solo le deja quedarse alelado ante el sonido de un sonajero; todo eso no cuestiona lo innegable: que ya forma parte parte del rebaño católico, ya es uno más en el seno de la iglesa católica.
Salvando los distintos ritos existentes, esto se puede extender a prácticamente cualquier religion que sermonee con la salvación eterna, en el planeta tierra. Los extraterrestres al ser unos completos desconocidos para los terrícolas, se libran de dicho argumento. Aunque para ser sinceros, siempre he pensado que si existen seres inteligentes en otras galaxias y alguna vez contactan con nosotros, a parte de su avanzada tecnología, vendrán cargados también con sus dioses y demás parafernalia religiosa intergaláctica, amén de otras supercherías interestelares. Los seres inteligentes son así de paradójicos, todos acaban por abrazar la comodidad y la seguridad de una mentira, ante el inquietante misterio de la Creación.
Volviendo al tema de lo innegable. Una persona puede ser alta o baja, morena o rubia, de constitución delgada o robusta, con piel clara o de tonos más oscuros, debido a la melanina por un lado y por otro debido a la propia genética del individuo, como causa de esas diferencias. Esto además de innegable es irrefutable.
Pero dentro de la amplia gama de cosas que no se pueden negar, hay algunas que sí en cambio pueden ser renegadas. Y ser español, por poner un ejemplo, es una de ellas. Ser español, o portugués, o guineano, o neozelandés, o del país que sea, no es más que un hecho fortuito. Las nacionalidades suelen ser fruto de los accidentes. Soy de la opinión de que uno nace donde le pare su madre, y el lugar de nacimiento no es más que eso, donde tu madre te trae al mundo. El hecho de nacer en un país o en otro, es algo que está más allá de nuestra voluntad y como tal no hay que darle mayor importancia. Soy español, pero no me siento español. Reniego del país dónde nací por muchas razones, pero la principal es porque España (como ente abstracto donde sus distintos reyes y gobernantes han hecho lo que han querido sin consultar a sus nacionalizados) no protege a los españoles. No puedo identificarme con una nación que está en manos de una docena de apellidos familiares, haciendo un cortijo particular de lo que es de todos por igual, que miente, engaña, estafa, ningunea y coarta libertades básicas a sus propios ciudadanos. Parafraseando con pinzas de tender la ropa al genial Groucho Marx, no quiero pertenecer a dicho club.
Para mí son motivos de sobra para renegar de mi nacionalidad y no me avergüenza decirlo. Cada día que pasa, me siento más extranjero en este país.
Otro ejemplo de cosa que no se puede negar, pero sí renegar de ella, es ser católico, o creyente de cualquier otra religión al uso. En el caso católico, incluso se puede apostatar, pese a los trámites farragosos e impedimentos que pone la iglesia (y este estado "aconfesional" que tenemos y "disfrutamos") para poder hacerlo. Aunque seguro que lograr directamente que le excomulguen a uno, sea el camino más corto para conseguir dejar de ser catolico.
También reniego de la religión de mis padres por muchas razones, pero la principal es por no haber contado conmigo para bautizarme. Utlizar a bebés indefensos y sin uso de razón para beneficio propio, no es de recibo, por mucho que se sientan en la obligación por ser padres. En este asunto, los papás y mamás, deberían hacer un acto de contricción por tamaña forma de dirigir y condicionar la vida futura de sus hijos. Quiero creer que, tanto padres como madres, estan convencidos de obrar bien... para ellos mismos, para sus creencias e intereses. Soy consciente que su autoengaño es producto de sus miedos, y no voy a juzgarlos por ello. Todos cometemos errores. Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo que pasa, tenemos que despegar de nuestras suelas alguna mierda que hemos pisado por ignorancia, estupidez, arrogancia o soberbia. Pero cometer errores, darnos cuenta de ello y no poner empeño en intentar solucionarlos, es imperdonable.
Hay cosas que son del todo innegables, pero pese a ello, son a su vez perfectamente cuestionables.
Otro ejemplo de cosa innegable es ser católico. Si eres bautizado en esa fe, te conviertes en católico sin lugar a dudas. Que ese bautismo sea realizado en circunstancias en las que el nuevo miembro, no es que no tenga la edad suficiente para sopesar los pros y contras, con raciocinio, de dicho bautismo, sino que su edad apenas le permite lloriquear para decir que tiene hambre o se ha ensuciado los pañales, o que su capacidad creativa tan solo le deja quedarse alelado ante el sonido de un sonajero; todo eso no cuestiona lo innegable: que ya forma parte parte del rebaño católico, ya es uno más en el seno de la iglesa católica.
Salvando los distintos ritos existentes, esto se puede extender a prácticamente cualquier religion que sermonee con la salvación eterna, en el planeta tierra. Los extraterrestres al ser unos completos desconocidos para los terrícolas, se libran de dicho argumento. Aunque para ser sinceros, siempre he pensado que si existen seres inteligentes en otras galaxias y alguna vez contactan con nosotros, a parte de su avanzada tecnología, vendrán cargados también con sus dioses y demás parafernalia religiosa intergaláctica, amén de otras supercherías interestelares. Los seres inteligentes son así de paradójicos, todos acaban por abrazar la comodidad y la seguridad de una mentira, ante el inquietante misterio de la Creación.
Volviendo al tema de lo innegable. Una persona puede ser alta o baja, morena o rubia, de constitución delgada o robusta, con piel clara o de tonos más oscuros, debido a la melanina por un lado y por otro debido a la propia genética del individuo, como causa de esas diferencias. Esto además de innegable es irrefutable.
Pero dentro de la amplia gama de cosas que no se pueden negar, hay algunas que sí en cambio pueden ser renegadas. Y ser español, por poner un ejemplo, es una de ellas. Ser español, o portugués, o guineano, o neozelandés, o del país que sea, no es más que un hecho fortuito. Las nacionalidades suelen ser fruto de los accidentes. Soy de la opinión de que uno nace donde le pare su madre, y el lugar de nacimiento no es más que eso, donde tu madre te trae al mundo. El hecho de nacer en un país o en otro, es algo que está más allá de nuestra voluntad y como tal no hay que darle mayor importancia. Soy español, pero no me siento español. Reniego del país dónde nací por muchas razones, pero la principal es porque España (como ente abstracto donde sus distintos reyes y gobernantes han hecho lo que han querido sin consultar a sus nacionalizados) no protege a los españoles. No puedo identificarme con una nación que está en manos de una docena de apellidos familiares, haciendo un cortijo particular de lo que es de todos por igual, que miente, engaña, estafa, ningunea y coarta libertades básicas a sus propios ciudadanos. Parafraseando con pinzas de tender la ropa al genial Groucho Marx, no quiero pertenecer a dicho club.
Para mí son motivos de sobra para renegar de mi nacionalidad y no me avergüenza decirlo. Cada día que pasa, me siento más extranjero en este país.
Otro ejemplo de cosa que no se puede negar, pero sí renegar de ella, es ser católico, o creyente de cualquier otra religión al uso. En el caso católico, incluso se puede apostatar, pese a los trámites farragosos e impedimentos que pone la iglesia (y este estado "aconfesional" que tenemos y "disfrutamos") para poder hacerlo. Aunque seguro que lograr directamente que le excomulguen a uno, sea el camino más corto para conseguir dejar de ser catolico.
También reniego de la religión de mis padres por muchas razones, pero la principal es por no haber contado conmigo para bautizarme. Utlizar a bebés indefensos y sin uso de razón para beneficio propio, no es de recibo, por mucho que se sientan en la obligación por ser padres. En este asunto, los papás y mamás, deberían hacer un acto de contricción por tamaña forma de dirigir y condicionar la vida futura de sus hijos. Quiero creer que, tanto padres como madres, estan convencidos de obrar bien... para ellos mismos, para sus creencias e intereses. Soy consciente que su autoengaño es producto de sus miedos, y no voy a juzgarlos por ello. Todos cometemos errores. Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo que pasa, tenemos que despegar de nuestras suelas alguna mierda que hemos pisado por ignorancia, estupidez, arrogancia o soberbia. Pero cometer errores, darnos cuenta de ello y no poner empeño en intentar solucionarlos, es imperdonable.
Hay cosas que son del todo innegables, pero pese a ello, son a su vez perfectamente cuestionables.