domingo, 10 de agosto de 2014

El Ébola llega en primera clase y con la bendición divina.

Entubado, aislado y con escolta. Así ha llegado el sacerdote español contagiado del virus de Ébola a España. 
Que una religiosa congoleña, también contagiada del virus, se haya quedado atrás y haya muerto en Liberia, no debe entristecernos. Los congoleños están hechos de otra pasta... y además no son españoles, pese a pertenecer a la misma orden religiosa que el misionero Miguel Pajares, la Orden de San Juan de Dios.
En el avión, especialmente fletado por el gobierno español, sólo había sitio para un infectado. Lo bueno de viajar en primera, aunque sea en camilla, es que no tienes que darte de codazos con el viajero/paciente de la camilla de al lado. Incluso en las órdenes religiosas hay clases. 
Se rumorea, pues el gobierno español no ha soltado palabra sobre el asunto, que la repatriación del misionero ha costado un milloncejo de euros poco más o menos. Poca cosa para salvar una vida... más si es de un religioso, español y perteneciente a una congregación religiosa que es buen cliente de la bolsa.
La ciencia está de enhorabuena, pues sin la mediación divina y con el total apoyo sanitario, monetario y logístico del estado español —además de contar con la inestimable ayuda del departamento de Defensa de los EEUU—, parece ser que dicho sacerdote va a poder seguir su labor evangelizadora unos cuantos años más, al vencer el mortal virus. 
Un estado que se preocupa así por sus ciudadanos, sean quienes sean estos, es digno de llevar con orgullo, honor y honra el nombre de su país por los cuatro puntos cardinales del mundo mundial. Cada día que pasa de gobierno del PP me siento más patriota, más misionero y más en paz con Dios y los hombres.
Que el resto del mundo aprenda que con Dios, la Iglesia, el PP y los EEUU de nuestra parte, no hay Ébola que nos pare. Salvar una vida no debe retraernos a la hora de sacar la cartera pública y correr con todos los gastos. Salvar un misionero es invertir en el futuro. Los negritos del África necesitan de los misioneros occidentales, a ser posible blancos, de raza caucásica para que no se salgan del camino marcado. Un camino previamente trazado por un Dios de raza caucásica y representado por hombres blancos, por si alguien no lo tiene claro.
Por mi parte, espero que no me seden, esposen al asiento, me metan un balazo en la cabeza y me tiren en pleno vuelo, si alguna vez toso más de tres veces seguidas proveniente de un país africano que sufre una pandemia. Por si acaso me enrollaré en la muñeca un rosario para demostrar mi fe.