En todos los sitios cuecen habas y en Cataluña no iba a ser menos. Allí además las cuecen con butifarra.
El «molt honorable» Jordi Puyol ha resultado ser no tan «muy honorable».
El que fue, durante 23 años, presidente de la Generalitat de Catalunya, el señor Jordi Puyol, ha confesado que tuvo dinero sin declarar en cuentas bancarias extranjeras —y aquí el extranjero se refiere a más arriba de los pirineos, no al resto del estado español—, producto de una herencia de su padre que recibió en... ¡1980! Por lo visto se le olvidó regularizar dicha herencia paterna. Estos gobernantes tienen tantas cosas en la cabeza que ya se sabe...
Investigando a uno de los hijos del señor Puyol, el señorito Jordi Puyol Ferrasola, resulta que los investigadores encargados han empezado a sacar basura y billetes perdidos debajo de la alfombra con el emblema familiar Puyol-Ferrasola.
Padre y President. Madre y mujer de President, además de abnegada esposa. Hermanos y demás hijos de President... Si tuviesen gato es seguro que también habría metido la zarpa y estaría pringado hasta el cascabel en algún chanchullo puyoliano.
Hay familias que porque son de Cataluña —o del estado español—, que si me dicen que son de Calabria, Nápoles o Sicilia no me extrañaría nada. Algunos no sólo ejercen de padre, también ejercen de padrino... a lo mafias. Capisci?
Tantos años haciendo y deshaciendo desde las altas esferas nunca es bueno. Asentar el trasero en la poltrona durante más de dos décadas, votado democráticamente faltaría más, no va bien para según que cosas. La honestidad, honradez y humildad son tres de esas cosas que salen malparadas en las cualidades que se le han de suponer a un político, que además gobierna.
Acabar creyendo que el coche oficial forma parte del patrimonio familiar y puede ir uno al Carrefour a hacer la compra de la semana, o acercarse un momento a Suiza a arreglar unos asuntillos bancarios aprovechando que la gasolina y el chófer lo pagan los contribuyentes —incluyendo los votantes irredentos—, son algunas consecuencias de estos males que luego acabamos pagando el resto de los ciudadanos —catalanes y españoles, lo mismo da—.
Lo que no me acaba de cuadrar es que alguien lleve tanto tiempo llevándoselo calentito, y ahora, cuando ya tiene a toda la familia bien situada, ahora, que ve feliz desde su retiro espiritual a sus retoños brincar por entre las masías haciendo negocios sin miedo a nada ni a nadie, ahora repito, salga todo a la luz... como si nadie antes supiese lo que pasaba.
Y es que, tanto en Cataluña como en el resto de España —incluyo y me refiero a España también como a las cuentas de ciudadanos españoles situadas en los distintos y múltiples paraísos fiscales—, nadie sabe nada... de nada ni de nadie.