sábado, 2 de agosto de 2014

Catalonia is different? No tanto.

En todos los sitios cuecen habas y en Cataluña no iba a ser menos. Allí además las cuecen con butifarra.
El «molt honorable» Jordi Puyol ha resultado ser no tan «muy honorable». 
El que fue, durante 23 años, presidente de la Generalitat de Catalunya, el señor Jordi Puyol, ha confesado que tuvo dinero sin declarar en cuentas bancarias extranjeras —y aquí el extranjero se refiere a más arriba de los pirineos, no al resto del estado español—, producto de una herencia de su padre que recibió en... ¡1980! Por lo visto se le olvidó regularizar dicha herencia paterna. Estos gobernantes tienen tantas cosas en la cabeza que ya se sabe...
Investigando a uno de los hijos del señor Puyol, el señorito Jordi Puyol Ferrasola, resulta que los investigadores encargados han empezado a sacar basura y billetes perdidos debajo de la alfombra con el emblema familiar Puyol-Ferrasola. 
Padre y President. Madre y mujer de President, además de abnegada esposa. Hermanos y demás hijos de President... Si tuviesen gato es seguro que también habría metido la zarpa y estaría pringado hasta el cascabel en algún chanchullo puyoliano. 
Hay familias que porque son de Cataluña —o del estado español—, que si me dicen que son de Calabria, Nápoles o Sicilia no me extrañaría nada. Algunos no sólo ejercen de padre, también ejercen de padrino... a lo mafias. Capisci?
Tantos años haciendo y deshaciendo desde las altas esferas nunca es bueno. Asentar el trasero en la poltrona durante más de dos décadas, votado democráticamente faltaría más, no va bien para según que cosas. La honestidad, honradez y humildad son tres de esas cosas que salen malparadas en las cualidades que se le han de suponer a un político, que además gobierna. 
Acabar creyendo que el coche oficial forma parte del patrimonio familiar y puede ir uno al Carrefour a hacer la compra de la semana, o acercarse un momento a Suiza a arreglar unos asuntillos bancarios aprovechando que la gasolina y el chófer lo pagan los contribuyentes —incluyendo los votantes irredentos—, son algunas consecuencias de estos males que luego acabamos pagando el resto de los ciudadanos —catalanes y españoles, lo mismo da—.
Lo que no me acaba de cuadrar es que alguien lleve tanto tiempo llevándoselo calentito, y ahora, cuando ya tiene a toda la familia bien situada, ahora, que ve feliz desde su retiro espiritual a sus retoños brincar por entre las masías haciendo negocios sin miedo a nada ni a nadie, ahora repito, salga todo a la luz... como si nadie antes supiese lo que pasaba.
Y es que, tanto en Cataluña como en el resto de España —incluyo y me refiero a España también como a las cuentas de ciudadanos españoles situadas en los distintos y múltiples paraísos fiscales—, nadie sabe nada... de nada ni de nadie.

domingo, 27 de julio de 2014

Agua que no has de beber...

Agua. Inodora, incolora e insabora. Es vida, además de ser lo mejor para la sed. 
Somos agua en un 75% al nacer y en un 65% al ser adultos. Las tres cuartas parte del planeta son agua. Salada, pero agua. El hecho de que sea salada, no importa. La naturaleza se encarga (si no se interfiere en ello) en desalar y hacer apta para el consumo animal, vegetal y humano ese agua salada. La naturaleza es sabia pese a no tener ninguna titulación académica enmarcada en la pared de su despacho. De hecho la naturaleza no tiene despacho. No lo necesita.
El agua, como muchas otras cosas básicas e imprescindibles para un buen y correcto vivir de las personas, ha sufrido ataques especulativos por parte de entidades y personas que pretendían, y siguen pretendiendo, apropiarse de su gestión y distribución... para su propio beneficio. Apropiarse del agua es como apropiarse del aire. Por algo tiene una parte de oxígeno por cada dos de hidrógeno. Ese conocido y famoso H2O. Sin agua, no hay vida. Y sin vida no pintamos nada por aquí.
Leyendo esta noticia parece que en algunos sitios están empezando a reaccionar. 
Todo en esta vida es política, pero no todo es negocio. Ese pequeño matiz es lo que nunca debemos olvidar para no convertirnos en depredadores de nuestra propia especie. 
Desde hace unos pocos años nos ha entrado una fiebre del agua altamente contagiosa.  El consumo de agua embotellada se ha disparado hasta límites nunca antes imaginados. Estamos desecando a un ritmo endiablado los pozos y manantiales que tenemos bajo nuestros pies. Hay zonas del planeta que están completamente desérticas. Existen guerras entre países cuyo principal motivo es el agua. El agua nos da vida y por agua matamos. 
Pero, lo que resulta tremendamente raro es que, al menos en lo que atañe a España, no existan unas políticas que defiendan con contundencia la gestión pública del agua. Los gobiernos no deberían temer que los acusasen de socializar el agua. Ya han adquirido costumbre al socializar las pérdidas producto de la mal llamada (y última hasta el momento) crisis bancaria. 
Paradójicamente, a los ciudadanos siempre intentan bailarnos el agua cada vez que a alguien se le ocurre una brillante idea para ahorrar dinero público producto de un bien público. Privatizar usando un eufemismo ridículo e insultante para quitar lo que es de todos, es robar. Así de simple. No hay sinónimo para esa acción especulativa que tanto suele aplaudir y jalear la derecha rancia, arcaica y simplona a la que estamos sometidos democráticamente desde hace algunos años.
Además, el agua tiene una particularidad que pocos otros elementos tienen. Es sólo pensar en agua y entra sed. Pero sed de la buena.