miércoles, 26 de agosto de 2015

3.573

Hay personas a las que les molesta que alguien distinto y diferente a ellas pasee por su misma acera, esté antes que ellas en la cola de la panadería, o tengan que pedirles la vez en la charcutería. Que usen los servicios sanitarios y educativos, eso ya además de molestarles les enerva. Hay estúpidos que hacen estupideces dignas de podio.
3.573 personas, e incido en el hecho que son personas, han muerto en el mar Mediterráneo en el último año hasta hoy.
Esas personas no han muerto ahogadas, intentando nadar hasta la boya, esa que siempre se ve cerca de la playa donde plantamos la sombrilla y extendemos la toalla, o tras un corte de digestión, por no esperar las dos horas reglamentarias después de comer que nos recomiendan los expertos. Esas personas, reitero e insisto en el hecho que son personas, han muerto intentando llegar a un lugar en el cuál poder sobrevivir, ellos y sus familias, pues en sus países de origen les es imposible. 
Me asombra y asusta, a partes iguales, vivir en un mundo tan civilizado, en que se da más importancia al bienestar de las mascotas que a algunos miembros de nuestra misma especie. Dicen los creyentes, y los no tan creyentes, que todos somos criaturas de dios. No lo voy a discutir. Al menos ahora no. Los animales han de tener derechos y estar protegidos para que puedan vivir con un mínimo de dignidad y decencia. Esto pocas personas lo ponen hoy en duda. Por eso abogo a ese mismo derecho para las personas, para todas, procedan de donde procedan, sin distinción de raza, sexo, edad, creencia, o condición. Al fin y al cabo, las personas somos animales. Algo más evolucionados que un celacanto, pero animales sin lugar a dudas. Y de ser animales, tenemos sobradas muestras en nuestro particular proceso evolutivo. Gandhi, dijo una vez que una civilización se puede juzgar por como trata a sus animales. Pienso que su intención al decirlo incluía a las personas en ese concepto animal.
Pocos países pueden decir que no tienen problemas de inmigración. Las fronteras se crearon para que no entrasen extranjeros e influencias externas. Para salvaguardar y delimitar lo propio de lo ajeno. Es raro que algún país no tenga frontera física. Todos la tienen. Pero aún así siempre ha existido flujo de gentes y mercancías entre los pueblos, ya sea saltándose esas fronteras o dejándolas abiertas por iniciativa propia. Gracias a traspasar fronteras la civilización ha progresado.
Dicen que los gastos para mantener a los refugiados e inmigrantes que llegan hasta nuestras casas, es enorme y no nos lo podemos permitir. No sé. No soy contable y desconozco el estado real de las cuentas de los gobiernos que nos gobiernan. Sé que dar refugio y comida produce gastos, pero también sé que, de siempre, esos gastos de alguna u otra forma acaban siendo devueltos con creces y acaban convertidos en beneficios en un medio o largo plazo. Son inversiones en futuro. Algo que, pese a su inconsistente nombre, siempre termina en logros comunes del que todos salimos beneficiados.
De lo único que estoy seguro, es que los inmigrantes son personas. Como usted y yo. Ni más, ni menos que personas. Iguales. Aquí no existen primus inter pares que valgan.
Recuerden, 3.573 personas muertas intentando llegar a un lugar donde poder sobrevivir. Hombres, mujeres y niños. Personas. No es un bonito número que saldrá premiado en el próximo sorteo de la lotería de Navidad. Aunque estoy seguro que ya habrá gente que lo ande buscando por si toca. Ya se sabe... personas.