viernes, 12 de abril de 2013

Por la Tercera República

Gracias monarquía, por hacernos creer cada día que pasa, un poquito más y con más fuerza en la República.
El sentimiento republicano parecía reducirse a meros llantos y lamentos invadidos por la nostalgia, de un pequeño y mal avenido grupo de derrotados y vencidos, envidiosos y malencarados con mal perder, además de rojos y ateos.
Pero hoy, gracias a la ayuda inestimable y la actitud prepotente de la podrida monarquía parlamentaria en la que vivimos, esa República parece estar más cerca y ser más real que nunca.
Una monarquía que el pueblo mandó al exilio en 1931. Una monarquía que no se tomó la molestia de consultar al pueblo si podría volver en 1975. Una monarquía que nació bajo palio, bajo ese mismo palio que al dictador y golpista Francisco Franco le gustaba caminar desde 1939, hasta su plácida muerte en la cama de un hospital madrileño de la seguridad social, rodeado de sus más íntimos y seres queridos, amén de pelotas lameculos y demás vividores de aquel régimen dictatorial impuesto a sangre y fuego, que exterminó y asesinó a miles de personas al considerarlas un cáncer para el país. Una monarquía que de puro anacrónica y caduca, tiene tanto sentido cómo pretender volver a vivir colgados de los árboles, porque ahí es dónde vivían nuestros antepasados.
El 14 de Abril, los republicanos de razón y corazón, conmemoramos aquel ideal que se truncó por los intereses egoístas de aquellos que, llamándose a sí mismos patriotas, siempre han hecho y desecho a su antojo en este país, mirando tan sólo por sí mismos y su único y exclusivo bienestar, a costa siempre y exclusivamente de la mayoría trabajadora y empobrecida de este país. Cada 14 de Abril conmemoramos, y esperamos celebrar el nacimiento de la Tercera República. Cada día que pasa nos acerca más a ese ideal que algunos llevamos cómo bandera. Pero la República no viene sola. La República debe ser traída por y con el consenso de la mayoría natural de los que habitamos este país. Y la mayoría natural de este país, por si alguien aún no se ha dado cuenta, son los trabajadores. Esa palabra de los que muchos parecen avergonzarse y a la que la modernidad parece haber relegado al arcón de lo "out". La República debe estar dirigida por los trabajadores para que sea una auténtica República democrática e igualitaria.
Debemos sentirnos y ser republicanos para lograrlo. Pero también debemos saber, y ser conscientes, que la restauración republicana no acabará de golpe y porrazo con los problemas que nos asfixian a todos. Debemos saber que la República no es la panacea que tiene cura para todos los males con sólo beber un trago de una pócima misteriosa. Debemos saber que la República, especialmente si no hay voluntad de ello, no cambiará de la noche a la mañana las actitudes egoístas con las que convivimos actualmente. Debemos saber que la República nacerá con problemas y algunos de ellos, serán muy difíciles de resolver. Pero debemos saber, cómo saben los bebés recién nacidos al cogerse y mamar de los pechos de sus madres (pues tontos no son), que la República es el camino correcto, el camino lógico, y el camino natural que el país y sus gentes deben seguir.
¿De verdad alguien en su sano juicio puede creer que el orden natural es: unos arriba (pocos, y elegidos por nacimiento) y otros abajo (la inmensa mayoría que no tenemos dónde caernos muertos)? ¿Unos mandan y otros obedecen? ¿Unos deciden y otros acatan? 
Quien alguna vez  dirija (siempre temporalmente y por consenso amplio) debe antes haber sabido ser dirigido, y debe saber que, en breve, dejará de dirigir y volverá a ser dirigido. El problema de los mandones, es que tienden a convertirse en abusones, y particularmente, odio a los abusones.
La República está obligada a dar a todos los mismos derechos y las mismas oportunidades, y todos debemos tener con la República las mismas obligaciones. Si esto no es así, estamos jugando a cosas distintas.

¡Salud y República!