viernes, 10 de enero de 2014

Salarios. La sal de la vida... laboral.

Pretenden hacernos creer, y de paso hacernos tragar, que es mejor ser el afortunado poseedor de un trabajo precario y mal remunerado, que no tener ningún trabajo. 
En este monárquico y parlamentario país, los simpáticos ilusionistas e hipnotizadores de tales aseveraciones no son otros que la troupe de la patronal CEOE, la fundación FAES, y por consiguiente lógica deductiva, el gobierno del Partido Popular en su versión más descocada y neoliberal-mediterránea. Esto circunscrito exclusivamente a nivel nacional. A nivel internacional, estas aseveraciones salen de la boca de otros organismos, corporaciones y trust de diversos pelajes que ahora no viene al caso mencionar.
Pensarán que con poco se vive mejor... especialmente si los que tienen poco son los demás. Que la escuela de este pensamiento tan zen, (aunque para mí y algunos otros sea cen de cenutrio), provenga de las tierras del tío Sam y haya sido tan bien asimilada por un grupo de catetos postfranquistas (la sombra del postfranquismo es alargada) que aún se anudan un pañuelo en  la cabeza a modo de gorro de dormir pese a vestir batín de seda por las noches, no nos debe sorprender, aunque asuste.
El ardor patrio que muchos prohombres españoles gritan a pleno pulmón cuando hay algún negocio particularmente jugoso para sus bolsillos, son sólo peligrosos cantos de sirena para nosotros, los mataós y demás muertos de hambre pertenecientes a la clase trabajadora. Para ellos, tan sólo somos esa clase maloliente que en sus envidiosos delirios de grandeza, queriendo trastocar equivocadamente la posición social natural que Dios fijó allá en los principios de los tiempos, pretende robar a los pudientes un sueldo, en forma de migajas revenidas, con el que poder vivir dignamente... cuando todos deben saber que la dignidad es exclusiva de los ricos. Lo dice la Biblia. Y si no lo dice, alguien debería escribirlo para que conste como palabra de Dios.  Vamos, cómo si lo hubiese dicho.
El trabajo, está directamente relacionado con la esclavitud. Y esa relación es más proporcional ha medida que el trabajo es más precario y está peor remunerado. Al igual que aquello de: "los negros son esclavos del hombre blanco además de ser seres inferiores", ese "mandato" y "ley divina" sacados con pinzas de tender la ropa de las sagradas escrituras, hizo prosperar durante siglos a las naciones civilizadas cómo nunca antes ninguna otra cosa consiguió; el empleo actual está directamente relacionado con los escandalosos beneficios que se llevan los colonos de la new age neoliberal contemporánea, como siempre a costa de las desgracias ajenas. Es decir a costa de la precariedad de los trabajadores. A mayor precariedad laboral, mayores beneficios para la patronal. Dos más dos siempre dan cuatro, siempre y cuando esa suma revierta en sus acaudalados bolsillos y no en los bolsillos de otros.
Cuanto deben echar en falta tradiciones como aquellas. Cargar barcos con seres humanos retenidos contra su voluntad, maltratados, o dicho de otra forma, tratados como los animales que para ellos eran. Vendidos, explotados y ultrajados hasta la muerte... Los pioneros sí que sabían hacer las cosas. Sin tanta burocracia, ni contratos, ni seguridad social que valga. El derecho de propiedad se basaba en quién pagaba más por el precio que el negrero pedía en subasta y punto. Y si además le apetecía follarse una esclava negra (o del color que le apeteciese) lo hacía y sanseacabó, que para eso la compró y era suya. Sin tener que pedir permiso a nadie para absolutamente nada. 
Los negreros del siglo XXI son producto del colonialismo del siglo XIX. Ya no plantan tabaco ni algodón. Ahora hacen "trabajar" su dinero en opacas cuentas dispersas por estos mundos de Dios. Esa fue su escuela de Harvard particular. Aprendieron de sus mayores, aquellos que se beneficiaron de la trata de esclavos, evitaron sus errores y perfeccionaron su idea de negocio. Si eso no es progreso, pensarán, no sabemos qué puede serlo. Ser neoliberal a la manera de su profeta, el hoy beatificado y dispuesto a ser santificado, Milton Friedman, es su meta. Un fin al que llegar sin importar los medios y los cadáveres que dejen en el camino. Y estos son muchos, demasiados cadáveres. Pero al ser cadáveres de pobres, la lástima no es tan intensa y emocional. Los pobres apenas llenan las iglesias cuándo mueren. Nadie va a llorarlos.
Entiendo que las circunstancias personales de cada persona son exclusiva y particulares para cada uno, pero no creo que un futuro repleto a rebosar de gente trabajando por un mísero jornal sea bueno. Particularmente no creo que sea nada bueno para el trabajador. "Menos es nada", dirá el optimista neoliberal de turno mientras pone los pies encima del escritorio de madera de caoba, se reajusta la chistera y enciende un enorme y caro veguero.
Se habla mucho del reparto del empleo, ahora que éste escasea, como una medida con la que atajar el paro. Y es algo con lo que estoy de cuerdo. Pero creo que deberíamos dar un paso más allá y no conformarnos con un simple reparto del empleo, deberíamos hablar de reparto de salarios... empezando por todos aquellos salarios superiores a 1.500 €, por ejemplo, y por poner una cifra simbólica al túntún. En este país el salario mínimo interprofesional para el año 2014 se ha fijado en 645,30 €. Sé a ciencia cierta, pues las he visto, que en este país se están pagando nóminas de algo más de 500 € mensuales. Me refiero a la cifra que viene en la casilla con el concepto de: LÍQUIDO TOTAL A PERCIBIR. No hace falta ser un lumbrera para saber que con ese sueldo no vive nadie, si acaso sobrevive, y eso a duras penas.
Y ahora voy a hacer un alarde de demagogia, demagogia según el parecer de algunos, y voy a empezar por el rey de esta sacrosanta y católica nación. El rey, un señor que por sentarse en el trono, un trono que le ha tocado en gracia por haber tenido la fortuna de nacer en una bonita cuna de una familia "elegida por Dios", logra sin apenas esfuerzo, y esto del esfuerzo es innegable e irrefutable, llenar los platos de la familia real al menos tres veces al día, como recomienda la OMS. Negocios y chanchullos aparte.  Al hacerlo, por cierto, no se le mueve ni una punta de su lustrosa y brillante corona.
Después deberíamos seguir escaleras abajo en la escala social pasando por los descansillos de la política, la banca y los negocios, hasta llegar al sótano dónde se acumulan como fardos los pensionistas, asalariados de baja cualificación, y dependientes de ayudas sociales diversas de esta gran nación española, y acto seguido hacer unos ajustes, particularmente, en las nóminas y beneficios de todos aquellos que nos dicen lo que debemos ganar por nuestro trabajo, mientras teclean en sus ordenadores las claves de sus cuentas bancarias en países a los que el fisco no llega... y a veces no parece querer llegar.
Creo que los predicamentos deben corroborarse con el ejemplo para que sean válidos. Y nada más ejemplar y edificante que comprobar como nuestros gobernantes y demás prohombres que promueven valores de honradez, esfuerzo y tesón hacia sus compatriotas y paisanos, viven y sacan a sus familias adelante con el salario medio mayoritario entre sus conciudadanos.
Iniciativa... Emprender... Arriesgar... susurran como sirenas hombres de caros trajes y deslumbrantes corbatas a juego desde despachos más grandes que mi casa de menos de 40 metros cuadrados (38 metros cuadrados para ser exactos).
¿De qué sirve trabajar si con el sueldo percibido no llega, no solo para mantener una familia, sino para poder mantenerse uno mismo?
El trabajo dignificará, pero es el salario el que da alegría. Si no observen los rostros felices de todos aquellos que no están ahogados por el escaso salario. Sus sonrisas satisfechas lo dicen todo.