jueves, 5 de julio de 2012

El banquillo de Bankia y nuestros ilustres parlamentarios.

Si el equipo directivo de Bankia se dedicase al fútbol, con el banquillo que tiene podría formar dos equipos completos para asegurarse la Liga. Habría sus más y sus menos para colocar en su lugar natural a algunos de sus cracks pero eso no impediría que diesen juego... como de hecho lo han dado.
La Audiencia Nacional va a citar a declarar como inculpados a 33 personas implicadas en el expolio de Bankia. De esas 33 personas, 2 fueron ministros del gobierno del PP con el ex-presidente Jose María Aznar y un buen puñado del resto tuvieron cargos de responsabilidad política en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, casualmente también en manos del PP desde hace años.
Parece que va a ser la única forma de enterarnos para saber lo que han hecho con la centenaria Caja de Ahorros estos personajes tan elegantes y trajeados, estos cracks de las finanzas.
La audiencia ha abierto diligencias porque UPyD  ha presentado una querella tras desgañitarse en el Parlamento, junto a gran parte de la oposición, pidiendo la comparecencia de los responsables y una explicación del gobierno para depurar responsabilidades, a lo que el gobierno ha hecho oídos sordos mientras se dedicaba a mirarse el ombligo. A última hora se ha sumado a la denuncia el pseudo sindicato ultraderechista Manos Limpias. Estos de Manos Limpias (y pies sucios, añado) se apuntan a un bombardeo judicial contra todo aquello que les pueda reportar intereses publicitarios y agradar de paso a sus desconocidos y secretos financiadores y si por el camino se llevan por delante a algo que huela a izquierda, pues mejor todavía, que el fascismo no se para en barras para salvar a la patria.
Por lo visto lo que en cualquier país medianamente decente, honesto y honrado con sus ciudadanos y a la par de democrático en su fondo y en sus formas es normal, aquí es algo excepcional. Esa urticaria parlamentaria de la que hace gala el gobierno de turno cuando hay que dar explicaciones sobre asuntos especialmente graves para el país, es algo común en los regímenes bananeros y parece un tipo de legionela altamente contagiosa dada la cautela con la que se practica en ciertas democracias como la nuestra.
Que sea UPyD, un grupo político de reciente creación fundado en el año 2007, el que haya puesto la querella contra Bankia, dice bastante del parlamentarismo reinante en el resto de los grupos políticos.
¿Por qué no han secundado la denuncia?. Cuando lo político se convierte en delictivo, es labor de los jueces juzgar los hechos para dictar sentencia. Y la actitud de Bankia para con sus clientes se asemeja más a la de una pandilla de estafadores mentirosos que al banco serio y formal que cualquier ahorrador prefiere para sus ahorros.
En apoyo de la querella de UPyD ha salido la Fiscalía Anticorrupción que también ve indicios de delito en las actuaciones de Bankia.
Que el PP, como parte implicada especialmente en Bankia, intente evitar la comparecencia en el Parlamento no es extraño y por eso ahora tendrá que hacer encaje de bolillos para explicar ante el juez lo que no quiso explicar ante sus señorías y por extensión ante los ciudadanos, incluidos aquellos que les votaron.
Que el resto de grupos políticos de la oposición (exceptuando UPyD) se conformase con las esquivas excusas del gobierno arropado por su propia mayoría parlamentaria, para no abrir la boca sobre como Bankia pasó de tener beneficios a necesitar más de 23.000 millones de euros para subsistir, supongo que será debido a la comodidad de los escaños y al circuito de aire acondicionado que disfrutan sus señorías en el Congreso. No es agradable salir a la calle con el calor que hace para ir a un juzgado y poner una denuncia. Pero piensen sus señorías que tampoco es agradable comprobar como tus ahorros los usan unos opulentos señores para encender sus habanos, mientras celebran cuantiosas y jugosas retribuciones por hundir una entidad a  la que confiaban sus ahorros miles de trabajadores, pensionistas y pequeños y medianos empresarios. Está claro que aún nos falta cultura democrática para acometer comisiones de investigación parlamentarias que sean dignas de llamarse así. Y para montar paripés para mantenerse sus señorías ocupados y cobrar dietas extras a cargo del contribuyente, mejor pasar directamente al juzgado y acabamos antes.
Ese empujón judicial que se ha dado al caso Bankia, es el siguiente paso lógico y democrático tras la gestión chapucera y torticera de la entidad a manos de unos cuanto políticos oportunistas, aprovechados y embaucadores que ni siquiera tienen la sincera voluntad de pedir perdón, de resarcir a los afectados, de depurar responsabilidades y de lograr que cosas como esta no vuelvan a pasar.
UPyD ha demostrado que se puede esquivar la mayoría parlamentaria que niega el pan y la sal solo por negarla y sin más argumento que su propia soberbia mayoritaria y partidista. Pese a no ser siquiera ni simpatizante de UPyD, es de justicia reconocerles esta acción ante la dejadez y fijación casi obsesiva que tienen otros grupos en algunos asuntos que exceden de lo parlamentario y se empeñan en mantenerlo ahí. No es cuestión de judicializar la política, pero tampoco seamos tan imbéciles y pretendamos politizar la judicatura.
La quiebra de Bankia debería haberse explicado en el Parlamento y una vez explicado y depuradas las responsabilidades políticas que tiene (y tiene muchas), haber pasado al juzgado de lo penal. La política es algo que trasciende y va mucho más allá de los partidos políticos. La política no es cosa de políticos profesionales, ni de políticos a sueldo, ellos tienen sus parcelas, parcelas que la sociedad les permite tener, pero la política no se circunscribe a hablar en el Parlamento y a votar leyes, la política es también cuando los ciudadanos interactuamos entre nosotros y nos preocupamos por estar informados y exigimos ser consultados ante cualquier acción que suponga un cambio sustancial en nuestras vidas. Según uno de los significados de la RAE, política es la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Está claro que la política es algo que no se debe dejar en manos de políticos exclusivamente. Y viendo su gestión en Bankia, tampoco les fiaría mi dinero.



lunes, 2 de julio de 2012

España, Eurocopa y bla, bla, bla...

Ya tenemos esa alegría que necesitábamos, según dijo el presidente del gobierno don Mariano Rajoy. Aprovechando el "gran subidón moral" en el que andamos montados y viendo que los jugadores de la selección han cumplido su parte del trato, mi pregunta es: ¿y ahora qué?.
Tal vez el presidente debería haber visitado también a unos cuantos banqueros e inversores notables y haberles pedido, al igual que hizo ante los futbolistas, que nos diesen a los españoles una alegría en estos tiempos tan difíciles y complejos en los que nos han metido sus eminencias bancarias e inversoras.
La selección española de fútbol ha ganado la Eurocopa y los medios de comunicación lo resaltan a bombo y platillo por los cuatro puntos cardinales por si aún queda alguien que no se haya enterado.
Está bien eso de que la selección que viste los colores del país gane, pero no debemos olvidar que es simplemente un acontecimiento deportivo y nada más. Magnificar algunas cosas hasta el punto de hacerlas pasar por acontecimientos de índole universal, denota un complejo de inferioridad latente que resulta bastante ridículo visto con perspectiva.
Está claro que lo que ha conseguido la selección de fútbol en tan corto espacio de tiempo es histórico. Conseguir los títulos de la Eurocopa 2008, el Mundial 2010 y la Eurocopa 2012 es algo magnífico e histórico, pero solo en el ámbito deportivo, nada más.
Hay lugares en este planeta en los que el fútbol apenas es un deporte testimonial (Cuba y Estados Unidos, son dos ejemplos) y cuyo orgullo deportivo se vierte hacia otros deportes como el béisbol, por ejemplo.
El fútbol parece haberse convertido en la válvula de escape para muchas cosas. Hay personas que disfrutan viendo un partido de fútbol sentadas tranquilamente en sus casas frente al televisor mientras beben cerveza y comen pizza. Hay personas que disfrutan del fútbol en el campo dejándose la voz animando a los jugadores pese a que llueva, nieve o haga 40 º C a la sombra. También hay personas que confunden el continente con el contenido sintiéndose uno más del equipo y tomándose como algo personal todos los avatares que le suceda a dicho equipo.
Que el fútbol es un deporte que desata pasiones (y muchas de las veces son las bajas pasiones las que desata), se sabe y se da por hecho y no por ello deja de sorprenderme. Que prácticamente haya países que se paralicen ante determinados partidos de fútbol es digno de estudio psicológico. El llamado deporte rey se ha convertido en el deporte de masas por excelencia y para ello ha tenido que dejar por el camino una buena parte de eso que se llama deporte para ganar a cambio más espectáculo.
Los profesionales del fútbol son máquinas de hacer dinero insertadas en el engranaje del espectáculo deportivo del que forman parte y sabedores de ello lo engrasan y miman a conciencia para que siga funcionando.
No es malo olvidar las preocupaciones y los problemas durante un rato. Dejar las complicaciones aparcadas por un momento es hasta sano y  si se puede conseguir viendo un partido de fútbol, pues bien está. Lo malo es que ese rato excede con mucho los 90 minutos que dura un partido de fútbol. La parafernalia que rodea al mundo futbolístico se me antoja excesiva para lo que las personas ganamos con ello...es decir nada. Los medios de comunicación pagan cifras desorbitadas por los derechos de retransmisión de los partidos y claro, tienen que amortizarlo de alguna manera. Seguramente este es el mayor de los motivos de la sobredimensión del fútbol en nuestras vidas cotidianas. Y sabiendo que la mayoría de empresas periodísticas son participadas o forman parte de otras empresas relacionadas con la banca y las energéticas (amén de otras ramificaciones empresariales sorprendentes), empresas todas estas que en cierta manera obligan a los gobiernos a seguir el rumbo que a ellas más les conviene, no nos a de extrañar que tengamos fútbol hasta en la sopa.
No es solo cuestión de dinero, que lo hay y mucho, es cuestión también de distracción y no en su sentido lúdico sino en su sentido estratégico.
Utilizar la distracción del dinero, del glamour, del espectáculo de masas, la publicidad sin límites, para consolidar el dominio sobre la opinión pública y en cierta manera acallarla a base de fastuosos acontecimientos futbolísticos no es nuevo, pero ahora el peligro para la salud de la sociedad es mayor. Los recursos energéticos empiezan a escasear y su control por parte de las empresas que se encargan de su explotación, esas empresas que también invierten en el fútbol, se hace más evidente cada día que pasa. Sus métodos quedan más en evidencia y es posible que la dosis de fútbol que nos suministraban ya no sea tan efectiva para sus intereses como lo era hasta ahora.
Imagino que una gran parte de los responsables de dichas empresas cuando ven fútbol, en caso que lo vean, ven a un puñado de esclavos millonarios corriendo tras una pelota vitoreados por las masas mientras les hacen cada vez más ricos y poderosos a cada segundo que pasa. Es la versión actualizada y civilizada de los gladiadores. A la luz de la historia pocas cosas nuevas hay, aunque a su sombra se esconden otras muchas igual de viejas...e inquietantes. El ansia de controlar a las personas llega hasta límites increíbles, pero más increíble es que lo consigan sin apenas esfuerzo por su parte.