jueves, 21 de junio de 2012

El enigma de la Pantera Rosa. ¿Capítulo final?

Para ver los capítulos anteriores, aquí y aquí.
Ya es oficial. Solo falta que salga publicado en el BOE. La enigmática historia del juez Carlos Dívar, sus viajes de fin de semana caribeños, cenas y hoteles de lujo a cuenta del Consejo General del Poder Judicial, acompañado de su escolta y ayudante personal ha llegado a su fin... o eso parece. Ya no habrá que llamarle Excelentísimo Señor por razón de su cargo. Es posible que lo agradezca y todo, aunque ahora se sienta un poco raro y extraño al sentir que no tiene el peso de la toga presidencial del Consejo y del Supremo sobre sus hombros. Pero estoy seguro que su fe, esa fe que predica la humildad como camino para encontrar al Señor, le ayudará, no le quepa duda.
El señor Dívar ha dimitido de sus cargos y en el pleno extraordinario que había convocado ha dicho: "No tengo conciencia de haber hecho nada malo, pero la situación era insostenible" y que se considera "víctima de una campaña cruel y desproporcionada". Como si hubiera hecho un favor al dimitir. Casi le doy las gracias y todo al oírlo.
Conclusión. El dinero se queda sin devolver. Lo gastado gastado está.
Presuponer y más en razón de determinados cargos y profesiones, suele ser el camino más corto para quedarse con el trasero al aire y la cartera vacía, además de recibir un buen sopapo en la conciencia.
El corporativismo es una lacra que dependiendo la escala social a la que se pertenezca profesionalmente puede llegar a ser un cáncer en la democracia y además tiene muy mala cura. No es lo mismo el corporativismo de los txistularis, por ejemplo, que el de los periodistas, abogados, jueces, policías, médicos, etc, es decir esas profesiones llamadas y conocidas como decentes y que tienen un plus de confianza de la gente. Que un txistulari aproveche su profesión para delinquir, está mal, pero que lo haga un juez, o un abogado, o un policía, o un médico, a mi al menos, me parece peor, por no decir el doble de mal. Pero ahí está la conciencia de cada uno y el grado de corporativismo de cada cuál que enfría dicha conciencia.
Tengo claro que la honradez y honestidad de las personas es inversamente proporcional a la cantidad de dinero que debamos manejar y podamos gastar y más si no tenemos que rendir cuentas de ello. Creo que hay gente honrada y honesta y hay gente que comete errores y hay gente que es más mala que beber cicuta en ayunas. Para que gente venenosa no llegue a ciertos cargos para poder esconderse detrás de los corporativismos de rigor, es necesario tener filtros y barreras para evitarlo y prevenirlo.
Que el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial haya tenido que dimitir por malgastar unos miles de eurillos y que, según él, no sienta haber hecho nada malo, debería dar que pensar. Sobre todo a sus compañeros los jueces y luego a los políticos que les ponen ahí a sabiendas de que les ponen para equilibrar la balanza del poder y no la balanza de la justicia.
Algunos no somos más que unos simples tipos que de vez en cuando se encuentran un billete de cinco euros arrugado y tirado junto a una caca de perro. Nuestro dilema entonces es preguntarnos si estará muy manchado o no para ver si lo cogemos o lo dejamos ahí. Hay personas a las que no les molesta ni la suciedad ni el mal olor del dinero pero que jamás se agacharían para coger esos cinco euros junto al excremento de un chucho, agacharse requiere demasiado esfuerzo para ellos. Esas personas jamás deberían acceder a ciertas profesiones y cargos. La democracia lo agradecería y los ciudadanos más aún.



domingo, 17 de junio de 2012

And the Oscar goes to... Spain!.

Aún no es así, pero es posible que dentro de pocos días, lo podamos celebrar en las numerosas fuentes que los españoles usamos para conmemorar los grandes triunfos futbolísticos. Gracias al buen hacer de nuestros lumbreras patrio-político-económicos y también gracias a la inestimable ayuda de la poderosa Alemania en su versión Merkeliana. Es de bien nacidos ser agradecidos y es de ley recordarlo. En Alemania como parte agradecida e implicada en dicho reconocimiento dirán con un ligero acento bávaro :" Und der Oscar geht nach... Spanien!".
Nos van a dar un Oscar, aunque dicho Oscar es más conocido en los ámbitos políticos y económicos con el rimbombante nombre de Intervención Económica.
Que nos lo hemos ganado a pulso es algo que está más allá de toda duda. Que hemos seguido la corriente que a todos lleva río abajo, también...aunque no somos tan buenos nadadores como para nadar y guardar la ropa al mismo tiempo como lo puedan ser otros países más acostumbrados a nadar en ríos revueltos. El río ha resultado tener una peligrosa corriente con demasiados remolinos para unos recién llegados como nosotros. Creíamos que con llevar la tartera y una botellita de vino tinto, luego nos bañaríamos desnudos a la luz de la luna a echar unas risas. Debimos intuir que algo iba mal cuando algunos países europeos, al llegar la noche, se desnudaban pero para ponerse inmediatamente un traje de neopreno, antes de tirarse al agua.
La intervención de por sí no es mala, lo dice el gobierno, y si lo dice el gobierno debemos creerlo, ¿o no?. Aunque todo lo que ha dicho el gobierno desde que salió votado ha sido papel mojado, así que no se porqué razón deberíamos creerle ahora. ¿Se lo deberíamos tener en cuenta?. En seis meses todas las previsiones y pronósticos hechos por el gobierno del PP, no solo han sido erróneos sino que han sido antónimos, es decir totalmente contrarios a lo expresado por sus distintos portavoces. En cualquier otro país con algo de democracia en sus venas habría sido suficiente para dimitir en bloque y convocar elecciones anticipadas. Peor no nos iba a ir. De hecho, si dicha intervención llega a producirse, en materia económica no será el gobierno votado por los españoles quienes dicten las política a seguir, será un grupo de funcionarios de la Comisión Europea. Y como resulta que la mayoría de países europeos, especialmente aquellos que tienen dificultades económicas, vendieron su deuda a los bancos alemanes, son estos quienes al final nos dictarán las políticas a seguir... todas ellas concentradas en conseguir que les paguemos lo que les debemos.
Primero fue un rescate que, según el gobierno del PP, no es un rescate sino un préstamo, una ayuda, una línea de crédito blanda (gobierno dixit)... y ahora es posible que sea una intervención completa y en toda regla, que para el gobierno de Mariano Rajoy será ¿una participación, una mediación, una actuación?... palabras todas sinónimos de intervención, que será la palabra tabú para decir que perderemos nuestra escasa soberanía económica en pos del perdón y la confianza de los mercados. Y a las personas que las den pomada.
Es paradójico que siguiendo las recetas neoliberales tan en boga hoy en día, sean los estados los que acaben interviniendo en los propios países, desdiciendo uno de los mandamientos más importantes del neoliberalismo, que no es otro que reducir al mínimo posible la intervención del estado en los asuntos económicos.
Bonita religión esta del neoliberalismo, que reniega de la intervención estatal, menos cuando sirve para sacarla las castañas del fuego. El neoliberalismo es adulto para practicar sexo, pero no tanto como para hacerse cargo de los hijos que nacen por practicarlo. Luego con pedir perdón y rezar un padrenuestro y un par de avemarías, está arreglado. Pelillos a la mar. La basura la barremos bajo la alfombra y los cadáveres los enterramos en el jardín trasero, junto al rosal de la tapia que allí hay más sombra.
Por cierto, la selección española de fútbol sigue defendiendo los colores patrios en la Eurocopa (con unos buenos incentivos para cada uno de los jugadores) y es bastante posible que pase a cuartos de final y el tenista Rafael Nadal ha ganado el Roland Garros (ya van siete), así que don Mariano Rajoy puede estar contento y por extensión también sus gobernados (le hayan votado o no). Para un estadista de su altura, la prima de riesgo no tiene peligro, hay confianza y es de la familia, parece pensar don Mariano. Lo malo es que dicha prima piensa más en don Mariano como el refrán: "Cuanto más primo más me arrimo". Y en dicho refrán la connotación de primo no se refiere al primo consanguíneo.