La, entre otras cuantas cosas más (y me refiero a cargos), presidenta de la Comunidad de Madrid doña Esperanza Aguirre, ha presentado su dimisión.
En el PP la noticia, solo conocida por el presidente del gobierno don Mariano Rajoy poco antes de su anuncio público, ha caido como una bomba y sus daños colaterales aún están por ver. En el resto de los grupos políticos de la oposición han pasado de la sorpresa a empezar a afilar los cuchillos electorales. En la ciudadanía la noticia se ha tomado con sentimientos diametralmente opuestos. Por el lado de los votantes de doña Esperanza se ha tomado como un puñetazo en el estómago y por el lado de los no votantes de doña Esperanza se ha tomado como un alivio mezclado con alegría y condimentado con unas gotas de euforia apenas contenida.
Al igual que otro golpista de infame recuerdo llamado Francisco, podrá descansar tranquila y seguro que sin remordimientos y sin responder de sus actos como el cargo público (y bien remunerado) que fue.
La llamo golpista porque su elección como presidenta madrileña en el año 2003 fue un golpe de estado parlamentario de libro. Incruento pero golpe de estado, pues se saltó las más elementales reglas democráticas. Estas elecciones del año 2003 en las que doña Esperanza ganó pero no obtuvo la mayoría absoluta, aún huelen a podrido pese al paso de los años. Los dos diputados del PSOE que se pasaron al Grupo Mixto, dejó en agua de borrajas el intento del PSOE e IU de formar un gobierno bipartito de izquierdas, pues la suma de sus votos eran suficiente para ello. Lo oscuro y podrido del caso es que en los movimientos y acciones de los dos diputados tránsfugas aparecen personas relacionadas estrecha y beneficiosamente con la cúpula del PP en Madrid.
A los españoles en general y a los madrileños en particular nos va la marcha. ¿Para qué ser real y sinceramente democrático si con solo parecerlo es suficiente garantía?. Parece ser que nos hemos civilizado un tanto; ya no hay que invocar a la legión ni amenazar con el "ruido de sables" para cambiar el signo político de la voluntad del pueblo. Con sacar la chequera y agitarla ante los morros de determinadas personas es suficiente. La sangre mancha mucho y luego cuesta lavarla, además es muy escandalosa y deja un rastro muy claro y fácil de seguir. El dinero es más "limpio" y a todo el mundo, parece ser, le gusta como huele.
Hay algo que no me cuadra en esta "dimisión voluntaria" de doña Esperanza y es simplemente que no va con su manera habitual de actuar ni de pensar. No es una decisión que se ajuste a su perfil. Es como si la decisión, aún siendo suya, no la gustase pero no la quedase más remedio que hacerlo. ¿Luchas intestinas en el partido? ¿Un pulso a personas concretas de la cúpula? ¿Despejar incógnitas para un posible futuro político distinto y sorpresivo?... Particularmente creo que es por una simple y sencilla cuestión de salud. La salud es lo más importante especialmente cuando no se tiene buena. O también puede que sea una aguirrada de las suyas para dejar un marrón de los que hacen época a su sucesor, seguramente designado y avalado por el mismísimo señor/presidente del gobierno don Mariano Rajoy. Esto último sí que encajaría con su perfil.
La señora Aguirre quiere dejar la presidencia a su sucesor el vicepresidente Ignacio Gonzalez, una persona cuya sombra es demasiado alargada para su estatura, pero Mariano Rajoy tiene en mente a otra persona para el cargo. Lo que sí deja pendiente doña Esperanza son las privatizaciones tanto del canal de televisión autonómico Telemadrid como la distribuidora y canalizadora de agua Canal de Isabel II; el cobro de las autopistas de peaje y la implantación del megacomplejo Eurovegas en Alcorcón, entre otras cosas.
Sea quien sea el/la afortunado/a que presida la Comunidad de Madrid, al igual que la alcaldesa madrileña la señora Botella, será investido en su nuevo cargo de rebote y no creo que eso le impida creerse que ya cuenta con el apoyo de las urnas (esas cajas que cada 4 años más o menos legitiman la voluntad popular) y decida acabar la legislatura inacabada de la ya expresidenta Aguirre.
De lo que no cabe duda es que a partir de ahora se abre otra época en Madrid. Pero no nos engañemos la parpusa seguirá siendo la parpusa aunque la llamen gorra.