Agua. Inodora, incolora e insabora. Es vida, además de ser lo mejor para la sed.
Somos agua en un 75% al nacer y en un 65% al ser adultos. Las tres cuartas parte del planeta son agua. Salada, pero agua. El hecho de que sea salada, no importa. La naturaleza se encarga (si no se interfiere en ello) en desalar y hacer apta para el consumo animal, vegetal y humano ese agua salada. La naturaleza es sabia pese a no tener ninguna titulación académica enmarcada en la pared de su despacho. De hecho la naturaleza no tiene despacho. No lo necesita.
El agua, como muchas otras cosas básicas e imprescindibles para un buen y correcto vivir de las personas, ha sufrido ataques especulativos por parte de entidades y personas que pretendían, y siguen pretendiendo, apropiarse de su gestión y distribución... para su propio beneficio. Apropiarse del agua es como apropiarse del aire. Por algo tiene una parte de oxígeno por cada dos de hidrógeno. Ese conocido y famoso H2O. Sin agua, no hay vida. Y sin vida no pintamos nada por aquí.
Leyendo esta noticia parece que en algunos sitios están empezando a reaccionar.
Todo en esta vida es política, pero no todo es negocio. Ese pequeño matiz es lo que nunca debemos olvidar para no convertirnos en depredadores de nuestra propia especie.
Desde hace unos pocos años nos ha entrado una fiebre del agua altamente contagiosa. El consumo de agua embotellada se ha disparado hasta límites nunca antes imaginados. Estamos desecando a un ritmo endiablado los pozos y manantiales que tenemos bajo nuestros pies. Hay zonas del planeta que están completamente desérticas. Existen guerras entre países cuyo principal motivo es el agua. El agua nos da vida y por agua matamos.
Pero, lo que resulta tremendamente raro es que, al menos en lo que atañe a España, no existan unas políticas que defiendan con contundencia la gestión pública del agua. Los gobiernos no deberían temer que los acusasen de socializar el agua. Ya han adquirido costumbre al socializar las pérdidas producto de la mal llamada (y última hasta el momento) crisis bancaria.
Paradójicamente, a los ciudadanos siempre intentan bailarnos el agua cada vez que a alguien se le ocurre una brillante idea para ahorrar dinero público producto de un bien público. Privatizar usando un eufemismo ridículo e insultante para quitar lo que es de todos, es robar. Así de simple. No hay sinónimo para esa acción especulativa que tanto suele aplaudir y jalear la derecha rancia, arcaica y simplona a la que estamos sometidos democráticamente desde hace algunos años.
Además, el agua tiene una particularidad que pocos otros elementos tienen. Es sólo pensar en agua y entra sed. Pero sed de la buena.
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