lunes, 2 de enero de 2012

El zumbido de la mosca

Musca domestica es su nombre científico. La mosca doméstica o mosca común es un insecto asombroso ahí donde lo vemos. Se adapta a casi la totalidad de los climas de la tierra, suelen juntarse con otras moscas (a parte de para procrear) pese a ser un insecto escasamente sociable, en apenas 24 horas sus larvas empiezan a devorar restos orgánicos, conviven con el hombre (incordiándole sobre todo), y aunque no viven más allá de unos 15 días en su hábitat natural puede liarla parda si la da por portar y transmitir algunas de las enfermedades infecciosas con las que suele obsequiar al ser humano en su convivencia, como puede ser el cólera, fiebres tifoideas, disentería, tuberculosis, etc. Como plaga puede llegar a ser peor que una plaga de cucarachas...y además vuelan.
Creo que pocas personas pueden decir que no han matado a una mosca o pisado una cucaracha. Incluyo a personas amantes de los animales, ecologistas, religiosos y creyentes en el amor al prójimo sea de la especie que sea, antitaurinos, etc,...gente que podríamos decir y que es considerada como buena gente. Algunos utilizando métodos sofisticados como insecticidas en spray, atrapamoscas adhesivos colgados del techo (estos son como unos atrapasueños indios pero sin adornos), el simple pero eficaz a la vez que ejercitante mata-moscas... Y otros en cambio utilizando métodos menos sofisticados como sus propias manos. Cazar una mosca al vuelo y tras abrir un poco la mano, lo justo para poder vislumbrar nuestra cotizada pieza cazada y que no escape, nos provoca una alegría hasta insultante nos atreveríamos a decir, especialmente si vemos que algunos de nuestros acompañantes a la cacería de moscas (cazar moscas nunca se hace en solitario, siempre se cazan en compañía o presencia al menos de una persona más) no han cogido más que aire en su mano. En la modalidad de caza libre de mosca (una especie de jara y sedal con las manos) el cazador se encuentra ante una disyuntiva del que dependerá el futuro de la mosca. O dejarla ir o matarla. Dejarla ir no garantizará que más tarde (recordemos que la vida de una mosca es breve) no vuelva a incordiarnos con su presencia. Recordemos también que a la mosca no se la domestica (que se sepa nadie lo ha conseguido aún) por lo que su visita incordiante e irritante es casi segura y su mantenimiento en cautividad (si excluimos los laboratorios que las investigan) debido a su breve vida es inviable, así que por mucho empeño que pongamos en querer y sentir simpatía por una mosca, los indicios nos señalan que es una pérdida de tiempo. Hay cosas que por mucho que pretendamos, no pueden ser.
Entonces la opción más comunmente elegida es la de matarla. Cuando en el lenguaje humano aparece el verbo matar, es cuando nos podemos dar cuenta de lo que a evolucionado el ser humano como especie. En cuanto a moscas se refiere, su muerte por parte de un humano no suele ser  rápida e indolora por regla general. Es algo que la psicología mundial debería estudiar. La muerte que normalmente se la da a una mosca es de todo menos cristiana. Una mosca se puede dar por afortunada si simplemente es aplastada cuál cucaracha. Como he dicho antes, existen métodos sofisticados tal que el spray, una endlösung der liegenfrage al más puro estilo nazi, tal que la tira adhesiva mata-moscas, una especie de aparato de tortura medieval en el que la mosca queda pegada mientras el adhesivo corroe su cuerpo expuesto a la vista de sus congéneres para que sirva como aviso a navegantes, hasta que llega la hora de dejar este mundo...y luego está el método menos sofisticado pero el que más alegrías produce al cazador: el método manual. Y como el ser humano otra cosa no será, pero ingenioso a la hora de inventarse distintas clases de muerte, lo es y mucho, pues no se puede quedar en el simple aplastamiento, que la imaginación la tenemos para algo más que inventar curas contra el cáncer. La forma más común de muerte en las moscas, inventada por el hombre, es aquella en la que una araña se encarga de paralizar y disecar primero y zamparse después al insecto alado. Entonces, no es el hombre el que mata a la mosca, ¿no?, podrán argumentar algunos abogados de lo indefendible. Hasta ahí llega la retorcida máquina de matar que es a veces el cerebro humano. Lograr que otros hagan por él, lo que a él en un momento determinado no le apetece hacer, pero solo por el placer de no hacerlo y poder presenciarlo como un simple espectador. La sublime mente criminal puesta al servicio del asesinato perfecto, que diría el maestro del suspense Alfred Hitchcock. Lo malo es que antes de ese final, la mosca ha sido desposeída (eufemismo para disfrazar el desmembramiento) de sus alas para evitar su posible huida y arrojada a la tela de araña en una especie de ofrecimiento ritual cuyo significado se me escapa.
Tal vez esa saña que demostramos con las moscas sea debido a : primero, a que son insectos minúsculos que no pican ni muerden pese al potencial peligro que pueden tener en caso de estar infectadas y segundo, a que son solo eso... moscas, es decir, sabiendo hoy que hay un tipo de mosca, la mosca de la fruta, cuyo 20% de genes se parece al 68% de los genes humanos, no me extraña nada que el zumbido de la mosca, no solo nos irrite, sino que hasta nos resulte familiar sin saberlo.






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