Esta reforma laboral decretada por el gobierno del PP, presidido por Mariano Rajoy Brey, se puede resumir de esta manera: "Todo para mí, nada para ti". En el que "mí" son los empresarios y "ti" somos el resto de los trabajadores.
Las reformas laborales decretadas por los distintos gobiernos de este país, UCD, PSOE y PP, desde la muerte del dictador Franco y que en los años 60 y 70 viviendo aún el dictador, tanto costaron conseguir esos derechos laborales, han ido recortando derechos de los trabajadores en plan estilistas del cabello, antes conocidos como peluqueros. Ahora corto un poco las puntitas, ahora algo las patillitas, ahora rebajo un poco de arriba y otro poco de atrás...Me gustaría creer que el PSOE recortó con la esperanza de que luego creciese otra vez, pero creo que recortó a sabiendas de lo que ese corte de pelo suponía para nuestras cabezas. Esos recortes continuos y a veces imperceptibles a nuestros ojos eran cometidos con la idea de no soliviantar a la clase trabajadora. Hacerlos poco a poco y el que en parte (una parte importante de ellos) fuese hecho por un partido socialdemócrata que entre sus siglas aún lleva la palabra : obrero, debió influir bastante en esa parálisis y apatía de los trabajadores, de otra forma no me puedo explicar como hemos llegado hasta esta situación. Dejo aquí el enlace al B.O.E. donde se explica (o eso pretende) dicha reforma.http://www.boe.es/boe/dias/2012/02/11/pdfs/BOE-A-2012-2076.pdf.
He leído novelas de terror que asustan menos. Ni Howard Phillis Lovecraft, ni Edgar Allan Poe en sus momentos más lucidamente terroríficos podrían haber imaginado una historia así. Condenar a la esclavitud encubierta a millones de trabajadores por el simple hecho de ser eso, trabajadores, solo puede ser obra de psicópatas sociales. Pero no hay que olvidar que esos psicópatas no trabajan solos, tienen la inestimable ayuda de nuestro olvido como conciencia de clase. A partir de ahí su labor se facilita bastante y si encima se le añade el apoyo incondicional de estamentos y personas clave que deberían, al contrario de lo que hacen, vigilar y proteger todo el andamiaje social creado para evitar las desigualdades en una sociedad que se dice democrática, entonces el daño es gravísimo y puede llegar a ser irreparable.
En las diferentes reformas laborales y en esta especialmente, hay una cosa que se repite casi obsesivamente, psicópatamente y es que toda la carga de la susodicha reforma cae exclusivamente sobre la espalda del trabajador. Como si la empresa no tuviese nada que decir, ni nada que aportar excepto su tradicional coletilla de "reducir salarios y facilitar el despido" como panacea universal. Economistas reputados y nada sospechosos de ser marxistas o "izquierdistas trasnochados", ya han demostrado que reducir salarios y facilitar el despido no solo no soluciona nada, sino que además precariza y ahonda aún más la brecha de desigualdad, algo que a la larga trae consecuencias impredecibles. Ni mejora la competitividad, ni genera empleo, cosas ambas que deben estar en los objetivos a conseguir, beneficios a parte, para cualquiera que se diga y se haga llamar empresario. Confundir la competitividad con lo que es sino puro y duro abaratamiento de salarios y condiciones laborales de los trabajadores, es de una necedad asombrosa. Claro, otra cosa es que hoy llamemos empresarios a quienes no son más que especuladores. Porque especular es lo que hacen y en esta reforma laboral es dónde más claro ha quedado demostrado. Olvidarse de la productividad responsable que se exige a toda forma productiva para mirar simplemente los beneficios a corto plazo,olvidarse de que los trabajadores son personas y como tales deben ser tratados, olvidarse de tantas cosas y todas esas cosas que se olvidan son además las que no les reportan beneficios inmediatos y en cambio acordarse de correr raudos antes de que cierre el parqué para cotizar en bolsa y sacar las plusvalías a carretadas para llevarlas a tomar el sol a algún paraíso fiscal con nombre paradisíaco, por aquello, digo yo, de que haga más bonito el dinero, pues ya se sabe que dinero y savoir faire son sinónimos de elegancia y distinción y más elegante y distinguido que tener el dinero en cualquier sitio menos en el país propio pagando impuestos y generando riqueza, no hay se mire por dónde se mire.
El tan denostado género del terror, sea en vertiente literaria o cinematográfica, no se alimenta solo del miedo que pueden llegar a provocar los monstruos y los asesinos en serie. En la más aburrida y rutinaria cotidianidad, el terror se muestra a la luz del día y puede asustar más que en la oscuridad de un callejón sin salida. Los monstruos están en nosotros porque son nosotros.
Asistimos a una nueva forma de terror, el terror laboral. Un terror brutal que se esconde detrás de la crisis para hacernos creer que es inevitable y una vez esté dentro de nosotros corroyendo nuestras entrañas, envenenando nuestra sangre y pudriendo nuestros huesos y nuestras vísceras como una metástasis purulenta, será demasiado tarde para sobrevivir. El monstruo nos habrá devorado.
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