viernes, 23 de noviembre de 2012

La hora del recreo

Mientras algunos juegan a tirarse a la cabeza informes anónimos (sin realmente hacerse mucho daño, ni siquiera un triste rasguño, también es cierto), acusando de delitos económicos y corrupción a ciertas personas bien situadas política y económicamente; se lanzan venablos dialécticos intentando enmierdar, más si cabe, al oponente político; y se tapan las vergüenzas mutuas, unos arropándose con la senyera, otros con la ikurriña, los más con la rojigualda, algún que otro con el rancio escudo heráldico familiar y todos juntos con sus enormes y duras jetas de hormigón armado; en Europa juegan a cosas importantes: la forma de repartir los dineros. Algo tan esencial como es saber en que se van a gastar los euros y como se van a repartir, pasa de puntillas para la mayoría de la población... porque así lo quieren la mayoría de nuestros políticos.
El Consejo de Europa, por medio de su actual presidente, Herman Van Rompuy, ha decidido cancelar esta cumbre europea, tras 21 horas de infructuosas reuniones entre los distintos líderes europeos. La mayoría, por no decir todos, tienen mucho que perder si no se llega a un acuerdo lo antes posible para aprobar los presupuestos que abarcarán los años 2014-2020. Han propuesto la próxima reunión para principios del 2013. Si algo parece sobrar, es tiempo.
Hasta esa fecha, veo a nuestros políticos patrios (permítanme incluir también a los políticos catalanes, vascos, y demás nacional-centralistas-periféricos, y nadie se altere por semejante licencia), respirar hondo casi aliviados y salir a empujones y corriendo al recreo.
Los hay que aprovecharán la hora del recreo para fumarse un cigarrillo a escondidas en los servicios; otros preferirán irse a un rincón alejado y tranquilo para zamparse, sin tener que compartirlo con nadie, el bocadillo de Nocilla (que por mucho que lo llamen ahora Nuttella, sigue siendo leche, cacao, avellanas y azúcar); algunos, los más chulos y matones, pasarán el rato martirizando a algún pobrecillo mindundis con mala suerte, que haya caído al alcance de sus "bravuconadas", lejos de la vista de los maestros que en pequeños corrillos se desahogan entre sí, ante el incierto futuro que ven venir para ellos y sus alumnos; y los más, se juntarán en pandillas y decidirán repartirse el patio al estilo "Tratado de Tordesillas", por su propia cuenta y riesgo, montando broncas multitudinarias para aliviar el estrés.
Cuando suene el timbre para volver a clase, todos sin excepción, incluido aquel que se apartó para comerse el bocata de Nocilla sin molestar ni ser molestado, entrarán sudorosos, cansados y sobre todo orgullosos y convencidos de haber hecho algo. Cuando lleven las notas a casa veremos lo que les cundió el curso. Algunos es posible que las escondan para evitar enseñarlas e intenten falsificar la firma al devolverlas al profesorado. Desde pequeños los hay que ya apuntan maneras.





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