martes, 7 de febrero de 2012

Togas

Hay togas que juzgan ideas, 
hay togas que condenan conductas, 
hay togas que dictan sentencias,
y bajo las togas, personas
que juzgan, que dictan, que condenan,
ideas, conductas, sentencias.
Y cuando esto es así
la justicia es declarada rebelde
y la ley sale en su busca para darla caza.
El juez es un Dios en la sala
que anda desnudo en su casa.
Bajo el peso de las togas
se esconde vengativa la arrogancia
que impone su voluntad
a sabiendas de que nadie puede verla 
escondida bajo montañas de artículos
que disfrazan las palabras.
Leyes que fortalecen al poderoso
de mil veces, miles de cientos,
leyes que debilitan al pobre y a la libertad amordaza,
más de mil veces, más de miles de cientos,
leyes en definitiva decretadas con falacia
para mantener más ignorante, aún más si cabe, a la ignorancia.
Leyes creadas por hombres de leyes 
para someter al hombre lego en leyes.
Dura lex, sed lex,
para justificar que la justicia acabe siendo
tan solo una palabra que no deje huella,
apenas una leve brisa de indiferencia,
algo abstracto que se busca y nunca se encuentra,
mientras un hombre envuelto en una toga
golpea con un mazo haciendo sonar un plato 
para que el peso de la ley caiga sobre el reo
ya de antemano condenado.
Acabado el juicio, acabado el guiñol,
y ya el culpable escarmentado,
la toga se secará tendida al sol
de las cumplidas, obligadas y obedecidas leyes
aplicadas con implacable tesón.
Dura lex, sed lex,
pero la toga esconde a un hombre
que anda desnudo en su casa
saltando sobre las leyes que a otros obliga y él no acata.







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