domingo, 20 de mayo de 2012

Un agujero en el cielo


[1]
Hay días que parecen haber sido vividos por otros antes que nosotros. Hay días en que despertamos y hasta el hecho de afeitarnos frente al espejo nos parece ajeno a nosotros. Es como si suplantásemos la vida de otra persona, al menos por un día. Damos un beso a nuestra esposa, besamos a nuestros hijos y cuando estamos en la calle camino de nuestro trabajo pensamos que no solo no conocemos realmente a nadie, sino que además somos unos completos extraños para nosotros mismos.
Vemos a la misma gente cada día, tenemos casi las mismas conversaciones con la misma gente cada día y pese a ello hay días que eso nos es completamente ajeno.
Habitualmente es como si estuviésemos cumpliendo con un papel que creemos debemos cumplir porqué es lo que se espera de nosotros. Lo hacemos porque creemos formar parte de un gran elenco de actores que deben sacar la función adelante. El show debe continuar. Nadie nos ha dicho, ni tan siquiera sugerido, que la vida no es que sea así, sino que además, así es como se espera que sea y así la vivimos. Lo hemos asumido y actuamos en consecuencia.
Y de repente, un día te levantas de la cama y no te reconoces. He podido (o no, quién sabe)  prosperar en la vida. He logrado (o no, quién sabe) formar una familia en la que sentirme seguro y a gusto. He conseguido (o no, quién sabe) alcanzar mis sueños y hacerlos realidad. He llegado (o no, quién sabe) a ser feliz. He tenido (o no, quién sabe) todo lo que he deseado y querido tener...salvo que todo te parece que pertenece a otra persona, que nada es tuyo. La vida que vives no es tuya, es ajena. Pertenece a alguien que ni siquiera conoces pero con la que puedes tener mucho más en común que con ninguna otra persona que sí conozcas. La amarga existencia de una vida que no nos pertenece, que es prestada desde que nacemos hasta que morimos. Como si el destino, que creemos guía nuestras vidas, hubiese agujereado el cielo para escapar de sí mismo.
Se dice que nada ni nadie escapa a su destino, que todo está escrito. Pero siempre se olvida, que lo escrito no tiene ningún sentido si, aunque solo sea una vez y aunque solo sea por equivocación, no es leído.
Creemos vivir cuando ni siquiera hemos nacido. Creemos morir y nunca antes hemos vivido. Y todo empieza y todo acaba de repente, como de repente empezó el destino a escapar de sí mismo. Huyendo de su sombra que se escondía en las pesadillas de una persona que levantándose una mañana no se reconocía.


[1] Foto de shlongboarding

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