El curso de la historia suele ser cruel. A parte también tiene un gran sentido del humor, aunque no todo el mundo le encuentre la gracia. Pero la tiene, no me cabe duda y no les quepa duda. Lo que pasa es que mucha gente anda escasa de sentido del humor. Como mucho saben apreciar las gracietas tontas y sin sentido y algún que otro chiste de maricones y gangosos y poco más.
Esto se puede comprobar con el caso del rescate financiero por parte del estado de Bankia.
El origen de lo que hoy se conoce como Bankia se remonta al año 1702, año que fue fundada con el nombre de Nuestra Señora del Monte de Piedad de las Ánimas (lo que más tarde se conocería por Monte de Piedad de Madrid) en una habitación del Hospital de la Misericordia por el sacerdote y músico aragonés Francisco Piquer y es la más antigua de las cajas de ahorros españolas. El funcionamiento de un Monte de Piedad era sencillo tanto en su teoría como en su práctica. Digo era, porque ya no existen (creo). Consistía básicamente en atender las demandas de las clases sociales más necesitadas, concediéndolas préstamos gratuitos que se garantizaban dejando en prenda alhajas y ropa principalmente. Era una institución benéfica y social al 100% que no cobraba intereses por los préstamos realizados.
En el año 1838 el Monte de Piedad de Madrid pasa a llamarse Caja de Ahorros de Madrid y empezó a retribuir los depósitos de dinero que la gente hacía y se empezó a cobrar un interés (mínimo) en los préstamos concedidos para cubrir los gastos administrativos generados y para asegurarse seguir siendo viable.
Ha llovido mucho desde 1838 y más ha llovido aún desde 1702 y la evolución del Monte de Piedad de Madrid no solo se ha notado en su cambio de nombre, sino también en su forma de trabajar por decirlo de alguna manera. A parte de lo mucho que ha llovido, la gestión del Monte de Piedad, hoy entidad financiera con todas las de la ley (y sobre esto de pasar de ser una caja de ahorros de las clases populares a un banco en sus prácticas habituales da para mucha conversación), ha llevado a que hoy en el año 2012 el estado español haya nacionalizado una parte del banco-caja de ahorros o como lo quieran llamar y le tenga que inyectar (en términos económicos significa que le da dinero) 23.465 millones de euros para seguir funcionando. Reunido el Consejo de Bankia se han puesto a hacer cuentas y esa es la cantidad de dinero que dicen necesitar para sanearse y recapitalizarse. Acto seguido han dimitido en bloque, no sea que les salpique algo. Así podrán decir en un futuro que ellos no estaban allí y si alguna vez alguien les recuerda que sí estuvieron dirán que simplemente pasaban por allí. Ah, y que lo sienten mucho y que no volverá a ocurrir, que parece ser la fórmula de moda para no asumir responsabilidades.
Lo de sanearse y recapitalizarse me suena a la despedida que hacía el dibujo animado de Super Ratón, ¿recuerdan?.
De la cantidad de basura y miserias personales y políticas que la mayoría de las personas que han metido mano en Bankia han dejado en forma de huellas, claramente identificables e identificadas, en la entidad, no voy a decir nada. Cualquiera puede leer la historia de esta muerte anunciada. Basta con ser un lector medianamente crítico para darse cuenta del expolio que han hecho con la obra creada por Francisco Piquer.
Y como este festival del humor aún no ha acabado, el nuevo presidente de Bankia el señor José Ignacio Goirigolzarri, tras la sustitución del señor Rodrigo Rato (que es ese señor que en la foto superior toca la campana en la salida a Bolsa de la entidad), dice en relación con el dinero pedido (19.000 millones) al gobierno por la entidad que preside que: "no son ayudas a Bankia sino capital y no hay que devolver nada, lo que hay que hacer es crear valor de esos 19.000 millones". Vayan ustedes a sus acreedores (en caso de que los tengan) y díganles que no les devuelven el dinero prestado y que lo que piensan hacer con ese dinero es crear... valor.
Hay personas a las que les parten las piernas por menos.
Yo, en fin, me quedo con el consejo del simpático Super Ratón. Al fin y al cabo eso sí que lo entiendo.
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