miércoles, 15 de enero de 2014

La pasarela de la infanta

De rebote, investigando a don Iñaki Urdangarín; no sé si aún duque consorte de Palma o simple duque Empalmado con suerte; en relación con el caso Nóos, salió a relucir el nombre de doña Cristina de Borbón y Grecia (abrevio el nombre pues es largo); esposa del exjugador de balonmano Urdangarín, metido a emprendedor de altos vuelos; e hija del rey, por más señas.
Es decir, una infanta de España, aparece relacionada, y muy directamente, en una investigación judicial de corrupción política en la que su marido y el socio de éste, Diego Torres, están imputados por malversación, fraude, prevaricación, falsedad y blanqueo de capitales.
En un primer momento la imputación se desestimó, y doña Cristina; gracias especialmente y sobre todo, a la labor del fiscal anticorrupción Pedro Horrach, un fiscal cuyo hobby esparece ser, ejercer de abogado de los imputados, sobre todo si son familia directa del rey; se libró de comparecer ante el juez instructor del caso Nóos, José Castro. En aquel primer momento la defensa-fiscalía de la infanta recurrió dicha imputación "al no existir pruebas sólidas". Un mes escaso después, la Audiencia Provincial de Baleares desestima la imputación. El fiscal general del estado, Eduardo Torres-Dulce, se congratula enormemente por ello, y aquí no pasa nada.
Pero resulta que vivimos tiempos difíciles para todos, y el juez Castro, pese a los intentos de lo contrario, del fiscal Horrach, y otras personalidades más, vuelve a imputar a la infanta Cristina por delito fiscal y blanqueo de capitales. Y esta vez en un auto de 227 folios. Me descubro ante dicho juez y le aplaudo, sin ninguna intención irónica ni sarcástica por mi parte.Si esto no es tesón, no conozco nada que lo sea.
Esta vez el motivo del fiscal-defensor Horrach para negarse a dicha imputación es que acusa al juez Castro de conspirar para imputar a la infanta, al cuestionar dicho juez las declaraciones exculpatorias por delito fiscal de los peritos y la responsable de la Agencia Tributaria que llamó a declarar. El fiscal Horrach, ha hecho de su capa un sayo, y se ha batido en duelo dialéctico y judicial con el juez Castro, para salvaguardar el honor de la infanta. Todo un caballero el señor fiscal. Igual, el padre de la infanta, el rey, le coloca alguna medalla en el pecho, o le nombra metafóricamente en su próximo discurso de Navidad, haciendo un símil lingüístico partiendo de aquello de: "la justicia es igual para todos" .
Desde hace semanas hay un tira y afloja sobre si la infanta puede ser llevada o no al juzgado. El fiscal ha decidido callarse la boca sobre esto, cosa que ya estaba tardando en hacer, no sin antes mandar una carta envenenada al juez Castro; y mientras, doña Cristina ha contratado los servicios de un prestigioso despacho de abogados, cosa que también estaba tardando en hacer.
Los lameplatos monárquicos y los valedores del estado de derecho, cada vez éste más inclinado y menos derecho, se rasgan las vestiduras ante tamaña afrenta a la casa real, mientras hurgan desesperadamente en la vida del juez Castro; que parece ser, repito, parece ser: honesto, honrado, cabal y profesional como pocos; para intentar desacreditar su labor en el caso.
Y mientras, los medios de comunicación discutiendo si la infanta tendrá un trato de favor en el sentido de si tendrá que ir andando o en coche hasta la entrada de los juzgados. Por lo visto los juzgados de Palma, que es dónde se instruye este caso, tienen una larga rampa hasta acceder al interior del edificio judicial. Debate de altura en la prensa patria.
Por mi como si un helicóptero de la casa real la deja en los tejados de los juzgados. El caso es que debe ir. Infanta o no, tiene que explicar y explicarse ante el juez. Que yo sepa, el único inimputable es el rey, su padre. La constitución, esta constitución a la que todos arrancan hojas y obvian párrafos y artículos según les conviene, no dice nada del resto de la familia real. Bastante que la hayan dejado hasta comparecer cuándo a ella la ha venido bien. Y eso en una democracia, incluso en esta, es bastante.
Doña Cristina que imagine, en caso de tener que ir andando por el pasillo-rampa hasta la puerta del juzgado, que en lugar de una rampa es una pasarela, y los periodistas están sólo para admirar sus vestidos y el porte elegante que tiene. Estoy seguro, que alguno le preguntará por el diseñador de su ropa.
Por cierto, en las cárceles deben seguir los pasos de dicho fiscal con verdadera pasión. Se estarán arrepintiendo de haber contratado un abogado en lugar de un fiscal. Posiblemente en alguna alta instancia de este país, ya estén pensando abrir un bufete de fiscales para casos con imputados de la alcurnia de doña Cristina.

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