domingo, 2 de febrero de 2014

Todo queda en casa.

En la fiesta anual de autobombo del Partido Popular; pese a algunas faltas de asistencia que en otros tiempos hubiesen significado cuanto menos: "divergencia de opinión y rumbo con la cúpula del partido";  parece haber reinado el optimismo, o al menos lo más parecido al optimismo que pueden expresar aquellos como los mandamases de dicho Partido Popular. 
El optimismo y alegría de don Mariano se puede observar al ver su chaqueta color beige claro cuando en un receso se ha unido a un corrillo de Nuevas Generaciones de su partido para darles  ánimos, fe y esperanza para el año que viene. Acostumbrados a verle de serio, vestido con trajes a medida de color azul marengo, eso puede ser un indicativo, dentro de lo que da de sí don Mariano, de que estaba, o parecía estar, en su salsa. Otros presidentes cambiaban en estas convenciones de partido, sus chaquetas de alta costura por chaquetas de pana o cazadoras informales para demostrar su sintonía y cercanía con el resto de militantes y afiliados al partido. En el caso del señor Rajoy, su estirada educación y personalidad, no le da más que para cambiar de color de chaqueta de unos colores sobrios a otros más alegres, según su estirada visión de las cosas.
Si hemos de hacer caso de su palabra en lo referente a los impuestos y su visión esperanzadora del futuro del país, está claro que es mejor no hacerle caso. De hecho sería incluso mejor no creer nada de lo que dice, vistos los antecedentes de "palabra de honor" que tiene don Mariano y su equipo de gobierno.
Pero seamos condescendientes y pensemos que entre familia, y más dónde hay confianza, ésta da asco. La confianza, se entiende.
Tanto engolamiento en los discursos produce una sensación extraña. Entre vergüenza ajena y ridiculez institucional producto de la caradura demostrada por todos aquellos que exhiben dichos discursos trillados y autosatisfactorios.
Representar y escenificar una obra que se sabe de antemano que todos van a aplaudir, no tiene ningún mérito, ni enseña nada nuevo a parte de engordar, más aún, un ego ya de por sí inflado hasta casi los límites de la hinchazón natural de cada cuál.
Hay que tener claro que todo el mundo procura barrer para casa y arrimar el ascua a su sardina, pero aún así, hay que tener cuidado de no parecer excesivamente autocomplaciente, especialmente cuando la realidad cotidiana nos demuestra lo equivocados que estamos en nuestras soñadoras conclusiones.
No es lo mismo soñar que estar soñando.

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