Un pequeño brote de histeria religiosa parece estar extendiéndose por entre los miembros del gabinete de gobierno, al mismo ritmo que proliferan las palomas -representación del espíritu santo como todos los bautizados sabemos-, por los parques y jardines de nuestras pecadoras ciudades.
Invocar a los santos y santas de nuestro gregoriano calendario se está convirtiendo en una tradicional costumbre gubernamental. Casi tan famosa como la coletilla quitamarrones: "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir", que puso el rey de moda al accidentarse en Botsuana mientras cazaba elefantes, y a la que se agarran, como ladillas a los genitales, todos aquellos cargos públicos que piensan que un "lo siento" es suficiente para olvidar algunos asuntillos delictivos cometidos en el afán de enriquecerse a costa de sus votantes y demás paisanos, para finalmente echar pelillos a la mar.
Que sea nuestra abuela, mientras trastea ajetreada en la cocina para que suba el bizcocho, quien invoque a Santa Teresa, no me parece mal. Ya sabemos como son las abuelas. Pero que sea todo un señor ministro del interior -he de suponer que con estudios superiores-, quien invoque a la santa abulense para que interceda por España... eso ya me inquieta. Si un alto cargo publico que cobra un generoso sueldo público, decide dejar todo el peso de su trabajo y la solución de los problemas que ese cargo conlleva, en manos de una imagen de escayola bendecida... eso me empieza a aterrar.
No ha sido el único miembro del gobierno que pide la intercesión de algún santo o virgen homologada. La, aún, ministra de trabajo, doña Fátima Báñez, ya pidió ayuda a la Virgen del Rocío para acabar con el paro, pese a ser competencia y responsabilidad suya el hacerlo, o al menos intentarlo.
Doña Ana Botella, alcaldesa de Madrid pese a los sufridos madrileños, pidió encomendarse a la Virgen de la Almudena, recién llegada doña Ana de un spa portugués al que se había ido de retiro espiritual el fin de semana cuando ocurrió la tragedia del Madrid Arena.
Dos casos a los que se suma ahora nuestro devoto ministro del interior Jorge Fernández.
Cuando no se tiene ni la más remota idea de saber por dónde ir, es mejor chuparse el dedo y alzarlo arriba para, con gesto severo y concentrado, decir despacio y vocalizando bien, que con la ayuda de Dios todo irá perfectamente y no habrá que preocuparse por nada. Un "Dios proveerá" a modo de medallita del tamaño de un pino para colgarnos del cuello; y un "No me olvides" a modo de guía espiritual con que esposar nuestras muñecas; como regalo de estos seminaristas de pacotilla que nos gobiernan.
Está claro, a tenor de tanta invocación religiosa, que estamos en buenas manos, y no tenemos de qué preocuparnos.
En este país está empezando a oler a cera de iglesia hasta en el código penal. Ámbito éste, el religioso-judicial, a cargo del ínclito ministro de Justicia, señor Alberto Ruiz-Gallardón, otro moderno y clerical representante de nuestro ilustre gobierno del partido popular. Parecen haber desempolvado, junto a las pelusas con olor a incienso y al moho que cubría las tapas del Antiguo Testamento, toda la cacharrería religiosa que dormía la paz de los justos en los cuartos trasteros de las parroquias del país.
Pero, pese a tanta encomienda santurrona, no se ven los frutos tantas veces prometidos. Parece que Dios está flojo, o al menos no está por la labor de echar una mano.
Hasta nuestro presidente don Mariano Rajoy, en su visita a la Casa Blanca, sólo se trajo de vuelta una caja de M&M's en el bolsillo, y un apretón de manos del presidente norteamericano Barack Obama. Igual don Mariano, debería haber regalado al presidente Obama un rosario de plástico. Bendecido, por supuesto. El cambio hubiese sido más equilibrado. Aunque fueron facsímiles los libros regalados por nuestro generoso presidente, no significa que fueran unas baratijas. ¿Nadie se ha preocupado por saber el precio de dichos facsímiles? Por cosas cómo esta me explico nuestro grave déficit comercial. ¿Qué esperaba don Mariano recibir en el presidencial intercambio de regalos? ¿El sable que portaba el General Robert E. Lee en la batalla de Gettysburg?
El concepto de austeridad que tienen algunos presidentes, queda claro que no es el mismo que tienen otros. Hasta el difunto Coronel Gadafi, recuerdo que regaló un caballo al que era presidente español en aquella época, don Jose María Aznar, en una visita de estado que éste le hizo en su feudo de Trípoli. Me refiero a cuando algunos líderes occidentales eran amigos de Gadafi, antes de dejarle a su suerte y acabar ejecutado, o asesinado, pues todavía no está del todo claro. También el expresidente Jose Luis Rodriguez Zapatero fue a visitarlo alguna vez.
Por cierto hay regalos, que a la larga salen caros. A este regalo del líder libio hay que darle de comer y beber varias veces al día. Pero sinceramente, prefiero dar de comer a este caballo, que no ver en la mesa del despacho de la Moncloa, junto a la grapadora y los clips, una cajita de M&M's abierta. Y me alegro que al menos haya acabado en una cuadra junto a otros caballos. Podía haber sido peor y podrían haberlo llevado a un matadero para aprovechar su carne, como les está pasando a muchos otros caballos.
Una cosa es no gastar mucho en un regalo -o gastar demasiado-; y otra es llegar y repartir unos cuantos chicles y sonrisas entre los invitados a la fiesta, para luego beberse hasta el agua de los floreros, y al despedirte palmear la mejilla del anfitrión mientras le das las llaves del coche y le dices que te lo acerque a la puerta, deslizándole un billete de 10 € en uno de los bolsillos de su camisa, mientras que con la mano libre palmeas el trasero de su esposa. Tampoco es eso.
En el noble arte de los intercambios presidenciales hay que ser astuto como una rata de cloaca y estratega como un jugador de ajedrez o viceversa.
Igual empieza a cundir el ejemplo en nuestros presidentes patrios y de aquí en adelante empiezan a regalar llaveros y pins con la imagen de algún venerado santo y a ofrecer una copita de Quina Santa Catalina y yemas de Santa Teresa a las visitas de estado que se dejan caer por Zarzuela o Moncloa, palacios ambos.
¿Llegaremos a ver como se fabrican en masa dildos representando objetos de culto religioso para satisfacer los egos y las necesidades de nuestros insignes beatos y beatas miembros del gobierno? ¿Veremos alguna vez a alguna ministra sacar un vibrador religioso de su bolso y tras una dura sesión parlamentaria excusarse y encerrarse en el cuarto de baño del congreso?
No pretendo ser irreverente pero cosas más raras se han visto, y cosas más raras han excusado y perdonado para sí mismos y sus amigos aquellos que nunca excusan ni perdonan nada en los demás.
Vale que a caballo regalado no hay que mirarle el diente, pero traerse nada más que unas chocolatinas de Washington se me antoja poca cosa.
No ha sido el único miembro del gobierno que pide la intercesión de algún santo o virgen homologada. La, aún, ministra de trabajo, doña Fátima Báñez, ya pidió ayuda a la Virgen del Rocío para acabar con el paro, pese a ser competencia y responsabilidad suya el hacerlo, o al menos intentarlo.
Doña Ana Botella, alcaldesa de Madrid pese a los sufridos madrileños, pidió encomendarse a la Virgen de la Almudena, recién llegada doña Ana de un spa portugués al que se había ido de retiro espiritual el fin de semana cuando ocurrió la tragedia del Madrid Arena.
Dos casos a los que se suma ahora nuestro devoto ministro del interior Jorge Fernández.
Cuando no se tiene ni la más remota idea de saber por dónde ir, es mejor chuparse el dedo y alzarlo arriba para, con gesto severo y concentrado, decir despacio y vocalizando bien, que con la ayuda de Dios todo irá perfectamente y no habrá que preocuparse por nada. Un "Dios proveerá" a modo de medallita del tamaño de un pino para colgarnos del cuello; y un "No me olvides" a modo de guía espiritual con que esposar nuestras muñecas; como regalo de estos seminaristas de pacotilla que nos gobiernan.
Está claro, a tenor de tanta invocación religiosa, que estamos en buenas manos, y no tenemos de qué preocuparnos.
En este país está empezando a oler a cera de iglesia hasta en el código penal. Ámbito éste, el religioso-judicial, a cargo del ínclito ministro de Justicia, señor Alberto Ruiz-Gallardón, otro moderno y clerical representante de nuestro ilustre gobierno del partido popular. Parecen haber desempolvado, junto a las pelusas con olor a incienso y al moho que cubría las tapas del Antiguo Testamento, toda la cacharrería religiosa que dormía la paz de los justos en los cuartos trasteros de las parroquias del país.
Pero, pese a tanta encomienda santurrona, no se ven los frutos tantas veces prometidos. Parece que Dios está flojo, o al menos no está por la labor de echar una mano.
Hasta nuestro presidente don Mariano Rajoy, en su visita a la Casa Blanca, sólo se trajo de vuelta una caja de M&M's en el bolsillo, y un apretón de manos del presidente norteamericano Barack Obama. Igual don Mariano, debería haber regalado al presidente Obama un rosario de plástico. Bendecido, por supuesto. El cambio hubiese sido más equilibrado. Aunque fueron facsímiles los libros regalados por nuestro generoso presidente, no significa que fueran unas baratijas. ¿Nadie se ha preocupado por saber el precio de dichos facsímiles? Por cosas cómo esta me explico nuestro grave déficit comercial. ¿Qué esperaba don Mariano recibir en el presidencial intercambio de regalos? ¿El sable que portaba el General Robert E. Lee en la batalla de Gettysburg?
El concepto de austeridad que tienen algunos presidentes, queda claro que no es el mismo que tienen otros. Hasta el difunto Coronel Gadafi, recuerdo que regaló un caballo al que era presidente español en aquella época, don Jose María Aznar, en una visita de estado que éste le hizo en su feudo de Trípoli. Me refiero a cuando algunos líderes occidentales eran amigos de Gadafi, antes de dejarle a su suerte y acabar ejecutado, o asesinado, pues todavía no está del todo claro. También el expresidente Jose Luis Rodriguez Zapatero fue a visitarlo alguna vez.
Por cierto hay regalos, que a la larga salen caros. A este regalo del líder libio hay que darle de comer y beber varias veces al día. Pero sinceramente, prefiero dar de comer a este caballo, que no ver en la mesa del despacho de la Moncloa, junto a la grapadora y los clips, una cajita de M&M's abierta. Y me alegro que al menos haya acabado en una cuadra junto a otros caballos. Podía haber sido peor y podrían haberlo llevado a un matadero para aprovechar su carne, como les está pasando a muchos otros caballos.
Una cosa es no gastar mucho en un regalo -o gastar demasiado-; y otra es llegar y repartir unos cuantos chicles y sonrisas entre los invitados a la fiesta, para luego beberse hasta el agua de los floreros, y al despedirte palmear la mejilla del anfitrión mientras le das las llaves del coche y le dices que te lo acerque a la puerta, deslizándole un billete de 10 € en uno de los bolsillos de su camisa, mientras que con la mano libre palmeas el trasero de su esposa. Tampoco es eso.
En el noble arte de los intercambios presidenciales hay que ser astuto como una rata de cloaca y estratega como un jugador de ajedrez o viceversa.
Igual empieza a cundir el ejemplo en nuestros presidentes patrios y de aquí en adelante empiezan a regalar llaveros y pins con la imagen de algún venerado santo y a ofrecer una copita de Quina Santa Catalina y yemas de Santa Teresa a las visitas de estado que se dejan caer por Zarzuela o Moncloa, palacios ambos.
¿Llegaremos a ver como se fabrican en masa dildos representando objetos de culto religioso para satisfacer los egos y las necesidades de nuestros insignes beatos y beatas miembros del gobierno? ¿Veremos alguna vez a alguna ministra sacar un vibrador religioso de su bolso y tras una dura sesión parlamentaria excusarse y encerrarse en el cuarto de baño del congreso?
No pretendo ser irreverente pero cosas más raras se han visto, y cosas más raras han excusado y perdonado para sí mismos y sus amigos aquellos que nunca excusan ni perdonan nada en los demás.
Vale que a caballo regalado no hay que mirarle el diente, pero traerse nada más que unas chocolatinas de Washington se me antoja poca cosa.
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