Hoy, ser un mileurista es formar parte del grupo de trabajadores
«privilegiados», de la «élite» asalariada. Si tras las
reformas-amputaciones laborales aún formas parte de ella, !cuidado¡
Perteneces a una especie perseguida y en peligro de extinción.
Hace apenas diez años, la mayoría de las personas -me refiero a esa mayoría natural de personas a las que nos es tremendamente imprescindible trabajar para poder sobrevivir- estábamos preocupados por ser unos simples y mal pagados mileuristas.
Era aquella época en que en España, entre otros muchos países, se ataban a los perros con longanizas y cagaban mortadela.
Había tanto dinero circulando de mano en mano, que hasta a los trabajadores nos llegaba algo en forma de migajas crediticias -magnanimidad bancaria mediante- para poder comprar una casa, irnos de vacaciones a las islas griegas, o de crucero por el Caribe, comprar un coche nuevo, y cambiar nuestro viejo televisor culón, por una bonita y enorme pantalla de plasma en la que poder ver los partidos de fútbol de pago con los amigos tomando unas cervezas. Hasta algunas parejas se animaron y se subieron al carro de «podemos hacerlo, que el banco nos da crédito» y se celebraron bodas al estilo «señorito andaluz» con capea incluida. Incluso hubo antitaurinos declarados que se subieron a ese carro.
La orgía de crédito estaba en su punto álgido.Y todos tragamos.
Cuando estábamos a punto de llegar al orgasmo, apareció de repente el padre de la novia echando la puerta abajo, armado con una escopeta y disparando contra todo lo que se menea gritando no se qué de: «¡Habéis vivido por encima de vuestras posibilidades!». Algunos sin saber que decir, se quedaron arrodillados suplicando perdón. Otros dieron la espantada saltando por el balcón, olvidando que estábamos en un quinto piso. Y otros se quedaron mirando a aquel gañan armado y padre cabreado, intentando explicarle que fue precisamente él quien les presentó a su hija, y que además les alentó a tener relaciones con ella. Un «plan de futuro», les dijo cuando les empujó a salir juntos.
Pero hay que reconocer que es difícil mantener la dignidad cuando te pillan con los pantalones bajados. Y nos han pillado con los pantalones por los tobillos a todos. Hemos confiado en la palabra de alguien que no tiene ningún crédito -valga la paradoja-. El Capital, nos la ha vuelto a meter doblada. Sólo que esta vez los daños colaterales son cuantiosos en relación con otras veces. Esta vez ha sido uno de los engaños más elaborados desde que existen Biblias infantiles. No hay nada más que ver los beneficios que han tenido las grandes empresas internacionales desde que empezó la «crisis» para entender como se han reído, y siguen riéndose a nuestra costa. La evidencia de ser víctimas de una estafa a escala mundial, es sangrante. Y la mayoría de nuestros representantes políticos, especialmente aquellos que nos gobiernan actualmente, prefieren mirar hacia otro lado. Son lacayos a sueldo de las élites financieras, y nosotros les hemos votado.
Pan, trabajo y techo no es mucho pedir, y a poco que los gobiernos se empeñen es algo que no cuesta ningún esfuerzo dar... si las élites económicas lo consienten, por supuesto. No queremos importunar a aquellos que ponen y deponen gobiernos democráticos por todo el mundo civilizado a golpe de talonario. Además, suena mejor y es más sano que el pan y circo al que nos tienen acostumbrados.
El Sábado 22 de Marzo, 1.700 antidisturbios amenizarán con su presencia, y estimulados por el plus salarial que recibirán en forma de aumento económico o de días de descanso, la marcha de la dignidad. Son muchas que confluirán en una sola. La unión hace la fuerza. El dicho es viejo y nada original, pero eso no le quita un ápice de su vigencia absoluta en la lucha por nuestra dignidad como personas.
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