Primero vamos a ver que significa la palabra aforado.
Según la RAE, aforado es un adjetivo cuya acepción es: «Dicho de una persona: Que goza de fuero».
Si a continuación buscamos el significado de la palabra fuero, la RAE nos muestra lo siguiente: http://lema.rae.es/drae/?val=fuero.
Por lo tanto ya sabemos que un aforado es una persona a quien se la ha otorgado privilegios y exenciones que no disfruta el común de los ciudadanos.
Descartando al rey —su figura—, que es jurídica y constitucionalmente inviolable y no está sujeto a responsabilidad, el gobierno ha decidido extender la figura de aforado a la reina, el príncipe y la princesa consorte. Que no se diga que no se cuidan entre ellos. Se acabó el llevar espray anti-violadores en el bolso para repeler posibles ataques de la plebe, la chusma, y algún juez o plumilla inquieto.
En este artículo se explica mejor sobre qué significa ser aforado en España.
Como ya sabemos que los privilegios son exclusiva de ciertas personas pertenecientes a determinadas clases pudientes y bien situadas política, jurídica, y económicamente, me gustaría saber porqué el ministro de Justicia Gallardón insiste en decir lo contrario. ¿Le avergüenza pertenecer a la clase privilegiada? ¿Remordimientos?
Que sea la constitución la que proteja, ampare y justifique a dichos aforados, no me consuela. También eso demuestra lo urgente y necesario que es reformarla. Que una constitución decente y democrática mantenga la figura del aforado en sus artículos, es igual que mantener un diccionario repleto de errores ortográficos. Puede parecer elegante y de paso rellenar espacio en sus páginas, pero a la hora de leerlo y aprender no vale para nada. O mejor dicho, sólo vale para aprender erróneamente, y posiblemente sea esto lo que los señoritos-gobernantes desean de sus jornaleros-ciudadanos. Que apenas sepan las cuatro reglas, manejen un iPad para estar permanentemente disponibles y conectados a sus órdenes y deseos, y trabajen por un sueldo de miseria dándoles las gracias cada día que pasa por ello. «Los santos inocentes. Versión 2.0».
Que haya personas en los órganos del estado que necesiten ser aforadas para evitar determinadas acciones judiciales contra ellos en caso de necesitarlo, me deja una intranquila sensación de que en el ejercicio cotidiano del gobierno hay gato encerrado, además de comportamientos delictivos.
Hay cargos en la estructura del estado que por su propio cometido están suficientemente amparados para poder ejercerlos sin problema. Cualquiera no puede acusar a un juez, por ejemplo, de algún posible delito así como así. Hay unos pasos a seguir, diferentes de los que se siguen con los ciudadanos de a pie, precisamente para evitar mala fe hacia ellos por las circunstancias de su trabajo. Una cosa es recusar y otra distinta acusar.
Si desviamos por un momento la vista de nuestros españolísimos ombligos, podremos ver que en los países democráticos de nuestro alrededor, eso de ser aforado se lleva de otra manera.
Nuestra, mundialmente conocida, generosidad española a la hora de pagar la ronda en el bar, y acumular numerosos nombramientos de aforados, nos impide ver que incluso hay países, símbolo y modelo de democracia para muchos de esos mismos aforados, en que la figura de aforado ni siquiera existe. Es más, ni siquiera se la plantean.
No veo necesario por ningún lado la figura de aforado para nadie que ejerza un cargo estatal. Solo es un privilegio cobarde, indecente, torticero, antidemocrático y clasista.
10.000 aforados son 10.000 puñaladas en nuestras tripas. «¿Capicci?».
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