Dar rango de noticia a este suceso, protagonizado por la presidenta del Partido Popular de Madrid, doña Esperanza Aguirre, igual es exagerado, pero como anécdota es digna de aparecer en los titulares de los noticiarios... Tweets y comentarios jocosos aparte.
Existen países en los que anécdotas como estas son suficiente para acabar con una carrera política. En esta Iberia orgullosa de su Transición, eso es una quimera.
¿Dimitir por poner a caer de un burro a dos asalariados del ramo de la contribución consistorial? ¿Dimitir por tirarles la moto al darse a la fuga sin firmar la denuncia? Si en el gobierno no ha dimitido nadie por la financiación irregular del partido, como está demostrando el caso Gürtel, no querrán que doña Esperanza dimita por una nimia trifulca de tráfico en la Calle de la Gran Vía madrileña. El prestigio de la Marca España se resentiría. Eso no es factible. Ahora que la Guardia Civil busca patrocinador para reponer su eslogan del: «Todo por la Patria», no la vamos a liar.
Hay hasta testigos que dan su versión de los hechos, por otra parte totalmente diferente a la versión que está dando la señora Aguirre en su gira mediática-excusativa por los diferentes medios a los que ha acudido para explicarse, justificarse y de paso echar algo de basura sobre dichos agentes de movilidad que cumplían con su deber... pese a doña Esperanza.
A ninguno nos gusta ser multados, pero está claro que a la señora Aguirre menos aún, vistas y oídas las perlas bañadas en veneno vitriólico que ha destilado por su señorial boca. Solo la faltó quemar un contenedor y reventar un cajero automático para demostrar su inconformismo antisistema. Pero eso de haber estudiado en colegios de pago se nota a la hora de demostrarlo.
En su descargo solamente puedo decir que no ha salido con el recurrido y trasnochado: «No sabe usted con quién está hablando». Aunque también es posible que no lo dijese porque los agentes que la estaban multando ya lo sabían.
Es precisamente la anécdota lo que, en este caso, lleva al rango de noticia, pues da una idea de las actitudes soberbias y prepotentes en la vida cotidiana de algunos de los nombres, con más renombre, de nuestra política ibérica.
La hipocresía, se sabe desde hace siglos, va pareja a ciertos comportamientos farisaicos de nuestros representantes políticos. Pero poder observar esos comportamientos y actitudes, y poder sacarlas a la luz, es algo relativamente nuevo y que irá a más en este tecnológico e interconectado mundo en el que vivimos.
No sólo el Gran Hermano vigila a sus súbditos, también los súbditos vigilamos al Gran Hermano. Quid Pro Cuo hermano.
Tempus fugit pero más fugit doña Esperanza, que para eso es doña.
Cada vez cuesta más sacar brillo a la Marca España. Nuestros políticos cavernarios están demostrando, cada día que pasa más, que además de malos gestores, son malos vendedores y peores ciudadanos.
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