No tengo datos para asegurar si en el resto de países europeos, son igual de dejados que en España, a la hora de enviar a Bruselas a sus representantes políticos.
En este país parece como si a nadie le importase Europa, cuando es precisamente allí donde se corta todo el bacalao que luego nos hacen tragar con espinas y escamas.
Ser europarlamentario español, lejos de parecer una responsabilidad abrumadora, es visto más bien, como un exilio dorado, previo a una feliz jubilación. Da la sensación que cuando en un partido deciden mandar a Bruselas a un candidato para representar los intereses nacionales, lo hacen para deshacerse de él a nivel nacional, pero tendiéndole un puente de plata. De alguna manera se lo quitan de encima, pero agradeciéndole a su vez los servicios prestados. Igualito que al común de los trabajadores.
Para España, Bruselas es una escombrera de lujo... que pagamos todos.
Por parte del PP, como cabeza de lista para las europeas, mandan al ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Arias Cañete. El señor Cañete, dejará el ministerio y se dedicará a promocionar jamones de bellota por los pasillos europeos, y de paso a promover su candidatura a comisario europeo. Ya puestos a promocionar...
Además, según sus compañeros de partido, el haber sido durante 13 años europarlamentario, le da suficiente experiencia para acometer dicha empresa. Parece ser que la experiencia laboral solo es reconocida en política. En los demás ámbitos, la experiencia es vista como una traba para ser flexible ante las diversas reformas, circunstancias y necesidades laborales del mercado.
Además, según sus compañeros de partido, el haber sido durante 13 años europarlamentario, le da suficiente experiencia para acometer dicha empresa. Parece ser que la experiencia laboral solo es reconocida en política. En los demás ámbitos, la experiencia es vista como una traba para ser flexible ante las diversas reformas, circunstancias y necesidades laborales del mercado.
Tras su polémica «Ley de Costas», por la que deja la costa española con casi más cemento y ladrillo que cuando entró al hacerse cargo de la cartera ministerial, de algún que otro tropezón en forma de consejo-receta-máxima, y de la casi desconocida «Lucha por el control de Deoleo», lo único que parece claro es que es un ministro que se sienta a dialogar —especialmente ante una buena manteca colorá—... aunque luego no haga caso de nada, pues ya salió de casa con su decisión adoptada bajo el brazo.
Lo bueno de todo esto, siendo profundamente optimistas, es que parece ser la única manera de cambiar el gabinete de don Mariano Rajoy, persona ésta don Mariano, que no lleva muy bien eso de reformar ministerios, cosa sorprendente visto su afán reformista en otros lares, como puedan ser las últimas y nefastas reformas laborales y judiciales que campan por esta sorprendente España.
En el salvaje mundo laboral en el que nos están haciendo sobrevivir actualmente como peces fuera del agua, cuando quieren desembarazarse de alguien lo mandan a la puta calle —así sin vaselina ni medias tintas—, y no lo «promocionan» en el ámbito europeo. Derechos adquiridos, he de suponer, por algunos políticos, a los que su estatus les convierte en una casta diferenciada de los demás.
Creernos europeos de primera, cuando aún somos españoles de segunda, no ayuda mucho, la verdad.
Lo bueno de todo esto, siendo profundamente optimistas, es que parece ser la única manera de cambiar el gabinete de don Mariano Rajoy, persona ésta don Mariano, que no lleva muy bien eso de reformar ministerios, cosa sorprendente visto su afán reformista en otros lares, como puedan ser las últimas y nefastas reformas laborales y judiciales que campan por esta sorprendente España.
En el salvaje mundo laboral en el que nos están haciendo sobrevivir actualmente como peces fuera del agua, cuando quieren desembarazarse de alguien lo mandan a la puta calle —así sin vaselina ni medias tintas—, y no lo «promocionan» en el ámbito europeo. Derechos adquiridos, he de suponer, por algunos políticos, a los que su estatus les convierte en una casta diferenciada de los demás.
Creernos europeos de primera, cuando aún somos españoles de segunda, no ayuda mucho, la verdad.
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