sábado, 19 de noviembre de 2011

Cíclope rasgado


Alimentamos a la bestia con nuestras manos. Come de ellas y apenas notamos que nos haga cosquillas...pero se alimenta. Nos ve llegar de lejos, antes incluso de pensar en ir a su encuentro. No ve el futuro, tal vez porque no haya. No ve el pasado, tal vez porque lo hemos olvidado, pero él ve a través de nosotros. No ve el presente, porque el presente es mentira y nosotros vivimos en él...vivimos en ella. Somos su alter ego y creemos ser sus sueños. Salimos cuando en realidad entramos y sin darnos cuenta...los años se suben a nuestra espalda para hacerse sentir mientras él mira. Vive gracias a nosotros, a nuestras ansias y jamás morirá mientras sigamos en pie para darle aire, para seguir dándole vida...esa vida que cuándo más necesitamos, nos falta. Triunfaremos, a la vez que nuestros enemigos se defenestran en el altar de la desgracia. Pero el triunfo, será amargo porque esa desgracia nos alimenta a nosotros y le alimenta a él porque somos su alter ego y creemos ser sus sueños...y no somos nada. Somos las lágrimas de la desgracia. Saladas, amargas, tan saladas y amargas como es la angustia que nos espera al fondo del callejón en el que acabamos empapados de desesperación por contentarnos con nada... por contentarnos con lo que pesa un alma, por contentarnos con la perdición que él nos muestra y nos pone al alcance de nuestras manos enguantadas de ignorancia. Él lo ve todo porque nosotros no vemos nada.

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