El conocido, antes de ser ministro de Justicia, como el "progre" del PP Alberto Ruiz Gallardón, ha resultado ser un católico tan concienzudo y concienciado con su causa que parece ser ya tiene ganado el cielo, el cielo católico por supuesto, ese cielo al que pretenden hacernos entrar aunque no queramos.
Más que un ministro de Justicia parece un misionero llevando el evangelio a las tribus salvajes y ateas de este país. Sus armas son la cruz y la Biblia en lugar del mamotreto del Derecho público; y si no queremos salvarnos por nosotros mismos, para eso está él en el puesto que Dios (y el presidente Rajoy) le ha dado, para salvarnos a golpe de decreto ley y de paso retrotraernos más de 30 años en el tiempo. Viajar en el tiempo sin moverse del mismo no es fácil y él lo está consiguiendo.
Tras ese porte elegante y altanero, el ministro de Justicia señor Gallardón, deja traslucir por las grietas de su conocido e ilustre apellido ese sutil desprecio hacia los que no son de su clase ni merecen estar a su altura. Cree que pasa desapercibido ese sentimiento de creerse "por encima de", pero no es así. Se le nota demasiado.
Ahora tiene otra batalla abierta con el aborto, cosa que no le va a quitar el sueño pues para eso está la mayoría absoluta que le han regalado al PP, para sacar su fondo de armario-ideológico contra viento y marea.
Estos convencidos creyentes de la fe en Cristo ¿podrán alguna vez dejar de intentar salvarnos a los demás no creyentes de las llamas eternas del infierno?. Por favor, sálvense ustedes y déjennos condenarnos a los demás.
El PP en conjunto y algunos miembros como el actual ministro Gallardón tienen clara una cosa: poner a cada uno en su lugar.
La "gente de bien", con nombre, posición y dinero, gobernando y dirigiendo las riendas del país que para eso son gente de orden y el país lo ganaron en la Santa Cruzada de la Guerra Civil.
Y "los demás", la gente que trabaja para poder comer, los que no tienen dónde caerse muertos, sin más futuro que el de acatar y cumplir las normas y leyes que la "gente de bien" dicta y promulga por el bien de todos (entendiendo "todos" por ellos mismos).
Abortar es "pecado" y además cada vez es una opción y decisión más difícil para las mujeres, a no ser que dichas mujeres pertenezcan a la casta ya nombrada de la "gente de bien", en cuyo caso no solo no es pecado sino que debido a su condición social están en su completo derecho de hacerlo (con todas las garantías sanitarias posibles) y además pueden pagarlo sin problema, que es de lo que se trata. Cada cosa en su lugar y cada uno en su sitio.
Si con la ley que existía, no se obligaba a la mujer a abortar ¿por qué con la ley que se ha sacado de su misal ministerial el señor Gallardón, ahora sí se obliga a no abortar incluso en circunstancias especiales como la malformación del feto, por ejemplo?. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.
El ministro Gallardón parece que cada vez que abre el libro de Derecho penal utiliza un rosario a modo de marcapáginas.
Los pasillos del poder apestan a incienso y cera de las velas de las iglesias, casi tanto como al perfume con que se acicala la "gente de bien" y ese olor entre dulzón y rancio acaba siendo axfisiante para todo aquel que se cuestiona las cosas.
Hay hombres cuyo deseo más íntimo es vestirse con ropa sexy de mujer al ir a acostarse; el ministro Gallardón, tal vez en lugar de ponerse el pijama, lo que desea enfervorecidamente es ponerse los hábitos antes de echarse a dormir. Ministros tiene la iglesia.
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