Hay una corriente de opinión muy extendida en España que predica que no hay que eliminar los símbolos franquistas de nuestros pueblos y ciudades e incluso dicen que habría que dejar aquellos símbolos predemocráticos que todavía andan, cuál aguiluchos disecados, colgados de algunas de nuestras instituciones y edificios "democráticos". Como argumentación para defender esta opinión exponen que eliminarlos supone eliminar una parte de nuestra historia más reciente. Algunos, para no parecer unos neofranquistas, se agarran al argumento de moda: la crisis, para justificar dichos símbolos con la excusa de lo que costaría al erario público su completa eliminación. Y otros con una falsa candidez pareja a una inmensa mezquindad solamente preguntan: "¿Qué daño hacen?. Si llevan ahí toda la vida"...dónde "toda la vida" son los últimos 60 años.
Mi opinión es que es una argumentación, la de que "eliminarlos supone eliminar una parte de nuestra historia", simplona, errónea, pero sobre todo falaz.
Argumentar de esa manera justificaría, por ejemplo, que en Alemania la simbología nazi aún colgase del Bundestag o que la actual plaza berlinesa Theodor-Heuss-Platz se siguiese llamando Adolf-Hitler-Platz como se llamó dicha plaza desde 1933 hasta 1945 o se pudieran hacer excursiones organizadas por ilegales (en Alemania al menos) partidos de ideología nazi para visitar el Berghof, que fue la residencia de montaña en Obersalzberg dónde Hitler se relajaba y jugaba con Blondi su perro pastor alemán, mientras pensaba que país invadir para extender su Lebensraum y a cuantos judíos exterminar.
Y en Alemania esos argumentos tendrían mayor "justificación" pues Hitler al fin y al cabo fue elegido en unas elecciones democráticas por la mayoría del pueblo alemán. (El presidente Mariano Rajoy haría bien en recapacitar sobre esto pues es muy dado a presumir de que el pueblo español le otorgó la mayoría parlamentaria en las urnas, para justificar los recortes que están provocando el empobrecimiento del país y su difícil salida de dicha crisis y posterior recuperación. Más si cuando fue votado proclamaba a los cuatro vientos un programa al que ha dado la vuelta como un calcetín en apenas 8 meses de mandato. Hoy creo que las urnas igual no le darían tanta mayoría parlamentaria. Y tampoco creo que a Hitler le votasen los alemanes para montar el desastre europeo que montó en cuanto llegó al poder, ¿no?).
Es un suponer pero ¿qué hubiese pasado si a Franco por ejemplo, le hubiesen votado los españoles para derrocar a la República?. Aún hoy los presidentes irían bajo palio al Congreso de los Diputados mientras una corte de curas ensotanados hasta el cuello rociaría con agua bendita a todo aquel que se interpusiera delante de ellos hasta que el presidente lograra sentarse en su escaño. Es lo que tiene ser español parece ser, o se hacen las cosas por la tremenda o no se hacen.
Que un fascismo aupado y apoyado por un catolicismo casi medieval devenido en su última etapa en un tecnocratismo opusdeísta, haya dictado el rumbo de España durante 40 años está claro que es parte de nuestra historia, eso nadie lo niega. Pero resulta harto curioso que este país, cuyo déficit de atención durante las clases de historia adquiere unos tintes enfermizos rayando el autismo y cuya amnesia histórica con determinados capítulos de nuestra historia más reciente es del tamaño del Océano Pacífico (cuya masa de agua es la más grande de la tierra por cierto), ahora pretenda recordar y ensalzar (la simbología es ensalzamiento) el hecho histórico puntual de la dictadura franquista que nos provocó un retraso en todos los aspectos de décadas respecto al resto de países europeos y además (y lo más grave) supuso la eliminación física mediante ejecuciones sumarias y asesinatos programados por grupos falangistas de una parte considerable de la población y una reeducación fascista, católica y clasista de la que aún hoy perduran sus nefastas secuelas.
Que haya quien patalee porque han quitado un busto o una estatua de su "insigne caudillo", o hayan cambiado la placa de alguna calle con el nombre de algunos de los salvajes que le acompañaron en su "cruzada nacional", estan en su derecho de patalear. Con no hacerles ni caso, asunto arreglado. Pero que no digan que porque Franco ha sido una parte de la historia de este país (y no precisamente la más gloriosa) debamos aún seguir viendo su simbología por las plazas y calles de nuestros pueblos y ciudades.Ya tenemos bastante con las cacas de perro y las deposiciones de las palomas, no compliquemos la labor de los servicios de limpieza más de lo necesario.
También los excrementos son parte de nosotros, son parte de nuestra historia particular y al evacuarlos tiramos de la cadena y los olvidamos para siempre. No creo que nadie los guarde para ponerlos junto a una bandera rojigualda en el recibidor de casa para impresionar a las visitas.
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