jueves, 22 de marzo de 2012

La estrategia del parchís.

Es comúnmente aceptado que el ajedrez, además de un deporte (que lo es) es el juego por antonomasia de los grandes tácticos y estrategas. Se dice que Alejandro el Magno era un excelente jugador de ajedrez como prueba irrefutable de que es un juego para gente no solo inteligente, sino inteligentísima (y además lista). Napoleón Bonaparte es otro de esos ejemplos que dan, a modo de banderín de enganche, cuando uno se apunta a dar clases de ajedrez. Dicen que es el juego por excelencia de los grandes líderes. No estoy seguro pero aseguraría que también Julio César fue otro de sus jugadores famosos. De hecho estos tres personajes tenían en común, que sus campañas militares las realizaban como partidas de ajedrez. Otra cosa es que próceres tan adelantados en tácticas políticas y militares tuviesen tiempo para jugar al ajedrez, porque otra cosa no, pero una partida de ajedrez jugada entre aventajados ajedrecistas puede llegar a ser interminable como pocos juegos, se puede jugar una partida de ajedrez haciendo tan solo un movimiento al día. El ajedrez si sus jugadores se lo proponen puede llegar a ser más parsimonioso que un koala. Es un juego que no requiere urgencia en su desarrollo y sí mucha paciencia, y la paciencia es una gran virtud hoy echada al olvido. Otros personajes históricos jugadores de ajedrez fueron, Lenin, El Che, Karl Marx y Tolstói, aunque la verdad el jugar o no al ajedrez es meramente anecdótico. Estoy seguro que existen más personajes históricos famosos que no sabrían distinguir un alfil de una salmonelosis ni aunque estuvieran tres días en la cama con ella.
El ajedrez es un arte, mejor dicho, saber jugar al ajedrez es un arte. Y si lo haces además bien, es como subir un escalón desde el cuál mirar por encima a tus iguales. En el ajedrez gana el mejor (supuestamente, como en todo). Cada jugador aplica su táctica y desarrolla su estrategia y da igual que truene o no se mueva una hoja durante la partida, la táctica utilizada en la partida llevará al ajedrecista a la victoria o a la derrota. El empate, tablas se llama en el argot ajedrecístico, no suele ser del agrado de ninguno de los jugadores. Es un juego de ganadores, en el que el participar no vale de nada si no se gana la partida.
Como en todo deporte o juego que se practique siempre hay alguien mejor que otro y eso siempre es una ventaja, por mucho que se quiera ignorar ese hecho. El ajedrez y las matemáticas en cuanto a sus métodos de razonamiento y sus procesos de análisis son similares.
Como bien dijeron los autores del diccionario Akal de matemáticas, Allan Bovier y Michel George: "En 1912, Ernst Zermelo demostró que todo juego de información perfecta, con suma nula y con dos jugadores, se determina de forma estricta. El ajedrez es, pues, un juego de determinación estricta; existe una estrategia ganadora para uno de los jugadores, pero el teorema no proporciona un medio para encontrar esta estrategia".
Es un juego de ganadores en el que gana quien menos errores comete, porque dependiendo de la posición en que se inicie el juego, la victoria está asegurada...si no cometes errores...al menos un error menos que tu adversario. Esa es la esencia del juego. El factor humano es el que decide finalmente. Como en la vida,¿no?.


Pero hay una cosa que siempre se pasa por alto en una partida de ajedrez y que en cambio es decisiva en la vida de cada cuál. Una cosa que no se da en el ajedrez y que por el contrario siempre se da en la vida, y es un elemento a tener en cuenta siempre. Esa cosa es el azar o lo que se conoce con el nombre de suerte.
En el ajedrez el tener más o menos suerte, no es decisivo a la hora de ganar. Como he dicho antes, en el ajedrez, de antemano hay un ganador seguro, pero no se sabe a ciencia cierta que ese ganador sea el vencedor de la partida. Depende de los movimientos que haga, es decir, de los aciertos o fallos que cometa debido a un error en el análisis de la partida o de los movimientos suyos propios o de su contrincante. Ahí el azar no tiene nada que ver. Son los errores los que deciden. Al igual que en las matemáticas, la suerte no hace que al sumar 2+2 nos de un resultado de 4...o de 3 o de 5 si nos equivocamos. Es un error de suma, un error nuestro. Equivocarse al sumar no es mala suerte, es no saber hacerlo (por despiste, por olvido) en ese preciso momento de la suma.
Hay un juego en cambio, que pese a estar infravalorado, presenta una gran parte de los elementos de los que hace gala el ajedrez y además tiene el componente de azar que le falta. Ese juego es el parchís.
El parchís es un juego táctico, de estrategia, diría también que con un componente matemático aunque a un nivel básico, se juega entre dos, aunque la mejor opción es jugar entre cuatro, hay modalidades de tríos (seis jugadores) y también existen tableros para 8 jugadores, se puede jugar con cuatro colores o seis colores, es decir hay una variedad más amplia que en el ajedrez, que al ser exclusivamente un juego de dos, eso implica una centralización en el contrario abstrayéndose a su vez del resto del mundo y por ende olvidar que hay más personas en él (jugadores o no de ajedrez).
El azar en el parchís lo determina el dado (se entiende que siempre y cuando no esté lastrado). Ese es el factor clave que determina, pese a seguir una táctica y tener una estrategia, que se pueda ganar o perder. Y gana en el parchís quien primero lleve a todas sus fichas a la meta. Que para ello tengas que comer o no las fichas del contrario, dependerá precisamente de ese azar, de la puntuación del dado y de si es conveniente a la estrategia seguida comer en determinado momento o no comer. Al igual que en la vida, que nuestras acciones aunque estén determinadas por nuestra voluntad, es posible que dependiendo del azar no salgan como pretendíamos...de hecho casi nunca salen como pretendemos. Se echan en falta buenos jugadores de parchís muchas veces cuando más se necesitan. Si alguien cree que estoy poniendo a la misma altura el ajedrez y el parchís, no se equivoca, aunque ese azar que llamamos al tirar el dado, implique unas variables matemáticas que pueden resultar infinitas. A eso los neófitos y novatos, lo llamamos azar.

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